jueves, 6 de mayo de 2010

Farallón-Arena-Mar-238

A los 200 metros un buitre detuvo su vuelo y se posó en el roquerio, poco importaba cuantas aves llegarán, el sol aún no se ponía. Aguzó un poco la vista e hizo un cálculo aproximado, con su puntería, seguro, sería más fácil acertar entre los “bellos” ojos de Celsa que sobre la melenuda cabeza de Agustín; en estos momentos era cuando lamentaba no haber practicado más derribando panales (¡aunque, después de lo de Marga…!)
Lo pensó un instante (el buitre retomó el vuelo), a quien realmente detestaba era a Agustín ¿Por qué no podía evitar ser “tan” encantador con Celsa? ¡Justo con Celsa! Y con Melani, Alma, hasta con su hermana ¡la muy estúpida! ¿Estúpida quién? ¡Celsa, claro! ¿Para qué lo había invitado a ir con ella a la playa si se iba a pasar todo el tiempo hablando con Agustín?
Miró hacia el mar e intentó determinar la distancia una vez más; el bote del “idiota” estaría unos… ¿Cuánto sería? ¿200? ¿Un poco más? Sacó cuentas mentalmente (siempre le había gustado ser muy preciso ¿por qué variar ahora?) Veamos…si hasta el amarradero había unos…si, si, desde donde él estaba hasta el bote habrían no más de 238 metros ¡ja! Le encantaba jactarse de su precisión pero ¿para qué? Celsa no lo había mirado ni una vez y seguía arreglándose los rizos junto a Melani a unos escasos 3 metros de él. Calculó el peso de la piedra, “a gran velocidad, tal vez…”
-¡Ey, Teo!- Celsa le estaba hablando- ¿Podés ver a Agustín desde ahí?
(¡Era el colmo, sonreírle así para eso!)
-¿Te fijás si…?
(¡Ah, no, claro que no! ¡No seguiría haciendo el bobo!)
-¿Ey, Teo, me escuchaste?
(Claro que había escuchado, ¿cómo no iba a hacerlo?)
-¡Teo!
(¡Ya era demasiado!)
-¡Callate, estúpida!
La piedra abrió una hermosa grieta justo en el centro de los “azules” ojos de Celsa y después se perdió en la arena. Mientras las muchachas gritaban y trataban de reanimarla, él ya iba, farallón abajo, dispuesto a aplastar con todo su cuerpo a Agustín (el muy tonto sonreía buscando “pececitos”).
Silencioso, el buitre, esperó a que terminara de caer.

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