jueves, 30 de diciembre de 2010

Después...

... de almorzar
Hueco del mediodía
en las sombras del vientre
tu silencio y un resabio de vino olvidado.

... del llanto
Vacío.
Y la noche que crece.

... de los ahogados
Carne blanda debajo de las uñas,
pulmón negro buscando gusanos,
sabor verde del paladar enmohecido.

... de la siesta
Ojo pesado
en el calor de la persiana baja
y una mano espesa
buscando el vaso junto al reloj.

... del sol
Grieta ocre de las aves
en el centro de la lente.

... del desierto
Lengua rota de serpientes sin piel
buscándote en la huella imposible
(cartílagos ensangrentados de tus pies)

... de los Santos
Grial de miel agria
desgarrando el vientre de descalza nodriza,
válvula de la espada voraz.

... de las aves
Vértice del vuelo difuso,
relieve de la lejanía
bebiendo ocaso de silencios.

... de la selva
Espesura sonámbula,
humedad desesperada
de invocante muerte.

... de las llagas
Ríos de tu costado
invadiendo campos fértiles,
ahogarse en la vena despoblada
de tu desintegración.

... de dormir
Devenir espeso retrasando mis pies desnudos,
resabio de pesadillas acunado por el paladar.
Empujo con los huesos esquinas del día.

... del silencio
Laringe que sangra el desnivel de tu nombre.
No vienes, sólo tu sombra.

... del río
Humedad de pies cansados
vadeando la noche.

... de ahuecar
Devora el vientre la razón oscura que nombra el día,
larvas inútiles de estos campos mal labrados
desvaneciendo voces de augurios no prometidos.

... del viento
Arena de tu piel, en la garganta.

... del camino
Sangrar la espera,
talón dormido
bebiendo nieblas de andén.

... de los ojos
Alimento tenaz de mis encías.
Formas sagradas del duelo infantil
de la niña en el espejo.

... de anotar
Siete nombres verticales
ofreciendo azúcar a los vientos.

... de las náuseas
Ronda negra de mis vértebras en el despertar.
Desgarro los alimentos con mi vientre.

... del final (primero)
Un punto, tres líneas oscuras y el cielo raso abierto a la humedad
(a dos mil quinientos kilómetros es de noche).

... de las gafas
Tu cuerpo, desnudo, en la sombra de la ventana.

... de la voz
Un hilo afilado sujetando la naciente de la espalda,
escalera inclinada desde lo intencional.

... del vientre
La naciente esmerilada de tus piernas.
Mis intenciones.

... de la hoguera
Carne de tus manos
ahogando el aroma
de lo que aún permanece,
grieta pestilente en tu presencia fósil.

... de las garzas
Vacío insostenido en tus cuadernos
(el lago bebe tu nombre).

... de las langostas
Dientes descoronados invadiendo la siesta,
fugaz intento del humo en tus labios.

... de África
Costas yodadas espiralando desniveles cartográficos.
Pesadillas crípticas traerán un nombre.

... de beber
Confín de tu orgasmo arrebatando soles,
ave destemplada de mis olvidos.

... de las noches
Un profundo,
silencioso,
equivocado,
agrio,
amanecer
distante del espejo.

... de salir
Tal vez el tiempo
o la distancia
(pero habrá fuego).

... del miedo
La niebla pendular que humedece los labios y el paladar.

... de los templos
Frío de tu sangre en el vértice de mi frente,
bastedad inconclusa,
ausencia de vientos inmóviles.

... de los bosques
Plazo inacabado del destierro, extensión funeraria de la última camada.

... de las montañas
Voces de océano invocando ahogados de la distancia.

... de no ver
Laceración de la palma.
Espectro equívoco buscando las sienes.

... de las gaviotas
Una línea gris olvidando el péndulo yodado de la marea.

... del muro
De pie
sobre baldosa de rincón
sujetando el borde esquivo de la vida
entre los molares .

... de los pergaminos
Lengua seca en la muerta orografía del inicio de tu discurso
(sintagma-plaga plagiando venenos).

... del agua
Nausea de musgo anidando fosas nasales.

... de la luz
Iris iracundo desdoblando espectros
opuestos a la naciente de tus manos,
equivocación tardía en la sangre.

... del ocaso
El viento bajo la puerta.

... de viajar
Ala delta indefinida,
oscilante sudade hacia otro escape.

... de regresar
Desnudez de las rodillas entre las sábanas.

... de abrir
Gota espesa, oscura, desleal, de tu costado
(soy un simio de alas muertas que sabe la forma de tus nombres).

... de las manos
La distancia y un camino de arena.

... de los cinco
Otro agujero.
La cortina en el rostro.
Espacios verticales en la pared.

...del principio
La serpiente inquieta de tus piernas.

... de los rastros
Trazo mortuorio de tus contornos en la galería.

... de los días
Quietud de araña sin huesos,
olvido de mosca sin alas.

... de las balsas
Agonía concéntrica,
estación de las lluvias esperando en la rivera.

... de Rimbaud
La lengua rota suelta su baba sanguínea,
un hijo muerto le bebe las entrañas sobre el asfalto
(la Ciudad renguea sin percibir las sombras)
y la dicha carcome los pies de La Gran Avenida;
un río-cloaca, una noche iluminada:
las sombras que huyen hacia el abrazo tibio y distante de museos y bibliotecas.
Los malditos,
los gastados,
los perdidos,
los hijos perdidos de la Revolución ya no están
(y la Ciudad no sabe que más sangrar)

... de fermentar
Voz de cebada en la noche circular,
sumo ámbar para los hijos muertos
de este embrujo satelital que es el mar
bebiendo la sangre yodada de tus piernas.

... de tus piernas (bis)
Dátiles de tus aristas incorporando mis caderas a la noche
(pendular, tu dialecto, revela mis nombres)
palma de ti vientre mis ojos.

... de no estar
Hueco en la frente de los muros,
beso vertical de la distancia.
Persisto,
tardo,
devoro,
desisto.
Hay arena en los ojos del espejo,
restos carcomidos del “haber sido”.

... del reloj
No más,
vaivén,
desgasta
dos
dos
(una gota espesa abre laceraciones en la distancia sin ver la curva)
voy
caigo,
salto,
el sol
el sol
(hueco en la despedida)

... de Amsterdam
Beso húmedo, enmohecido, de los puentes en la garganta rota,
niebla pendular de tus piernas en mi desnudez,
voy bebiendo la cerrazón de estas calles sobre el agua,
voy pariendo distancias que nos incluyen.

... del final (último)
Pantalla a negro.
Rotación alfabética de nombres.
Un último acorde prolongandose insistente :
el muerto,
la dicha,
la danza,
los ahogos,
tus piernas...
perpetuos y olvidados en la última toma
[Power-off: ruido blanco)

sábado, 25 de diciembre de 2010

LA CONDICIÓN DE LOS PERROS V

Los antepasados

Los amos

Se divierten quitándome los parásitos; lamo sus manos con amor. Son buenos gritadores y saben construir casas. Por eso alejamos a los lobos, o mordemos las piernas que ellos nos señalan. En cuento a lo demás, obviando el alimento que sería más dificultoso de conseguir, poco más que una diversión para cachorros representa su existencia. Pero son un abrigo útil, buenas mascotas que se divierten dando ordenes. Respiran, exhalan, respiran, exhalan; la variante deriva en la búsqueda de un nuevo hogar.

Alusivos 6: Guitarra

a Víctor Jara

El poeta muerto en las esquina
corner de manos mutiladas
manos
tus palmas
sus manos perdidas.

Las voces
hojas preñadas
descascarándose
perdiendo
drenadas de torniquetes
van cayendo huesos
sus huesos.

Albumes para Chico- Huracán: Foto 1

Chico – Huracán sigue
a una chica que gira,
y descree de los senderos
- pie
tras pie
la sigue-
y va bebiendo
- bebiéndose-
lo que el día declina.
Chico es de arena
cuando la ve.

martes, 21 de diciembre de 2010

Dispersa (madrugada)

1-
Recordé de pronto el estar flotando en un a pileta, de cara al Sol, con los ruidos del Mundo levemente distorsionados.
Me gusta el agua.
No soy una sirena pero me gusta el agua.
Siento en los pies un alivio de madrugada eterna, una expansión de los bordes de mis falanges y un halo líquido envolviéndome los tobillos.
Soy de tierra.
Si llueve, revivo.

2-
Quietud.
En el agua abundo en quietud.
No me deslizo. Me dejo llevar por lento vaivén de la superficie.
Soy como una flor del ciruelo en la superficie fría de la pileta.
Agua.
Diluye mis bordes.

3-
Silencio.
Bajo la piel se acurruca el murmullo del agua lenta
Y ya no hay palabras.

4-
Agua de ciudad entibiada por el viento de la tarde.
Un rincón de agua entre los techos de cemento.

5-
Agua y antenas.
La lluvia trae palabras sin forma, palabras ciegas, desprovistas de cuerpo.
No escribo con agua (sólo en la sed)

6-
Mi lluvia es anósmica.
Sin pastos húmedos ni tierra mojada que la distraiga de encantarme la mirada.
Toda mi lluvia es piel y mirada.

7-
Tengo peces en los pies.
Bajo la protesta acelerada de un grifo de patio, de mis talones brotan escamas doradas.
Y nadan lejos.
Por la mañana habrá cuentos de pescadores y sol de Diciembre.

8-
Agua nocturna,
Agua inquieta,
Poblada de libélulas rezagadas,
De renacuajos evaporados,
De piedras plegarias.
Agua de pozo lejano


9-
Evocación de agua ausente.
Arden los tobillos y hay en los omoplatos nostalgias de gotas disgregadas.

10-
Agua,
más agua,
menos agua,
mi agua.
Soy el lecho de un río de montaña esperando el deshielo de Primavera.
Suelto piedras,
tuerzo el rumbo,
cobijo la lluvia evaporada,
me hago camino seco,
desespero...
y me desbordo.
(Soy un río de montaña)

11-
Gotas desde el extremo de mis dedos.
No quiero retener el agua, hacerla lago, río, océano.
Quiero un desborde lento por las baldosas tibias.

12-
Caminar descalza por el asfalto mojado,
dejar que el agua tibia se anille entre los dedos,
inundarse los tobillos con agua de ciudad.

13-
Lluvia de verano. Tibia. Desbocada. Efímera.
Lluvia en la terraza de baldosas grises.
Lluvia de salir y mojarse las manos, la cara, el vestido.
Lluvia que trae un breve, brevisimo, instante de siesta.
Lluvia para dos.

14-
Puedo andar largas horas por el agua, hasta que mis pies se vallan entumeciendo, dejar que el vaivén helado rebrote mis tobillos.
Puedo, si quiero, también flotar.
Pero me gusta el agua en los pies.

15-
Peces entre los pies. Diminutos, color de sol en atardecer.
Peces como ninfas microscópicas danzándome entre los tobillos.
Peces de ciudad en una pileta de terraza.

16-
Lo único cierto para mi es que el agua no tiene olor.
Pero si lleva el color de las piedras que la cobijan o el clorofilico tinte del limonero.
Y desprende de su cuerpo el sabor de las mañanas claras y la tenue saciedad de los caminos.

17-
Una sola
ínfima
gota
de agua clara
en el borde
afilado
de una hoja
del limonero.
Mis ojos,
con alma de cuervo,
se pierden
en el líquido brillo
encandilados.

18-
La gota se deja caer desde el techo. No la veo.
La siento deslizarse tibia entre mis dedos hasta desvanecerse.
Es Diciembre.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Alusivos 5: Madre

Tu sino de hija transplantada
siempre lejos
siempre en la distancia
estirada
desgajada.
No aquí
y quedándote,
allá
y volviendo.
Pierna
brazo
cabeza
dispersa entre océanos y montañas.
Tu mano aferrada
a fragmentos de tierra
a abrazo en la Estación
a cartas
besos
ojos.
Hija viajera
enraizada en los hijos
quebrada de nido acuencado
toda vos tu patria
vos patria
no más
no bandera.
Hija de manos endurecidas
columna inclinada
como tu tierra casi vereda
de poetas vereda
de muertos vereda
vos su vereda
sus cerros
su mar
y el mar en tu vientre
llamándote
(aunque te quedes)
Hija ida
hija de abrazos-niebla
hija sola
(solita)
hija-madre
hija al otro lado de las montañas
siempre allá
siempre acá.

sábado, 9 de octubre de 2010

Alusivos 4: Bajo las piedras

Si voy
y digo
lo que hablo
me caigo
y soy viento
“rosa blindada”
o
espanta pájaros
inquieta desnivelación
que zumba
retumba
en la tumba
innominada
que le impusieron
sobre la piel
bajo la piel
bajo las uñas
los dientes
el sexo
hasta quedar
sapo seco
fantasma negado
hueco
hueco
hueco
enorme hueco en la garganta.

Revienta
sangre de cornea abierta
goteando
goteándote
diente a diente
-impulso eléctrico-
destierro muerto
asco muerto
muerto muerto
no muerto
muerto.

lunes, 4 de octubre de 2010

Versos anósmicos 1

Manjar 1

Imagino el aroma de tu cuerpo por las mañanas.
Imagino...
No.
Invento.
Puedo hacerlo.
Puedo sumarle,
a tus piernas entre las sábanas,
el perfume de la Luna cuando se despide del Sol.
O entregarle,
a tus manos en mi espalda,
la fragancia de un hilo de luz.
Puedo hacer que tu cabello dormido
deje en la almohada
el diminuto aroma de las luciérnagas.
Y dibujarle a la “V” de tus caderas
el desvelado olor de las huellas en la arena.
O abrigar tu espalda
con la intranquila evanescencia
que perfuma mis sueños.
Puedo...
Porque no tengo nombres
para lo que no conozco.
Porque esta ceguera de aromas impide
que olor del mundo me distraiga.
Porque no hay más que ausencia,
puedo completar este vacío anósmico
con el perfume que inventamos en tu cuerpo
al despertar.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Fe

Creo en los cisnes que cruzan la línea boreal del horizonte;
Creo en tus ojos de agua negra;
Creo en la Luna, ladrona de luz;
Creo en la fuerza de la tierra cuando grita;
Creo en la noche y sus silencios;
Creo en una boca de besos como duraznos dulces;
Creo en tus manos entre las mías.
Creo.
Eso es todo.

lunes, 30 de agosto de 2010

Fragmentales

1.
Se acercó al placard del rincón más oscuro, apenas llegaba al borde del picaporte de la pesada puerta, y no es que hubiera crecido desde la última vez (si hasta le parecía que “sus” hijos ya podían ser suyos), tan solo era eso, una profunda lejanía.

2.
Tanto verde, tanto pétalo dulce, tanta brisa fresca, tanta tonta tranquilidad; lo siento por tus siestas al sol pero extraño el smog y un taxi a media noche (de todas formas inténtalo).

3.
Hundió las manos en su costado y extrajo la fruta; un sumo transparente perfiló los contornos sanguíneos que sostenían los gajos, se sostuvo vertical y se precipitó, tormenta y destello,hacia la tierra.

4.
Anotó la cifra graneada en el muro; nada justificaba la pena, aún así llovió platos íntegros que inundaron la Ciudad de arroz negro.

5.
Adormece la Ciudad sus recodos. Sobre altos muros, edificios ciegos habitados por sombras, un entramado de cables zumba la letanía de lo olvidado. En otro tiempo, cuando el río aún era de agua, la Ciudad (esta ciudad) apenas conocía las vanas transfusiones eléctricas que desgarran hoy el vientre de sus hijos.

6.
Un mareo de nauseas oxígenas abre un surco en el viento; el cuerpo del muchacho (desgarbado y torpe como solo él sabía serlo) arremolinó la superficie del agua. Un poco más allá, la hermana de cabellos sueltos, desgarró como una lanza la piel del lago.

7.
Sentados, sobre el borde curvado del taburete (traído desde vaya a saber donde), Los-Hijos-Mudos-Del-Capitán, observan a las aves. Hay alas, pluma y espanto de lechuza labrada, que saben más de lo que callan; El-Último-Hijo habrá muerto al amanecer y una pluma de mármol beberá su sangre.

8.
Cada 3 horas, las lechuzas de Plaza Antigua, giraban 180 grados sobre su eje, o eso, al menos, sostenía el primo de Braulio. Se miraban, algo se decían, es claro, y volvían a darse la espalda.

9.
Alzó el brazo a la altura del pecho, una lechuza parda se posó en él hundiéndole las garras en la carne; detrás, sobre los robles, la otra lechuza, la pálida Señora del Bosque, sostuvo el canto. La Luna entonces ahogó destellos sobre su sangre y el ave emprendió el vuelo.


10.
Sobrevuelan la Luna dos lechuzas; oscura una, pálida la otra. Se entrecruzan, muerden el aire, destellan y mienten. Cuando encuentren sus sombras la noche será cenizas y habrá muerto el mar.

11.
Pasó los granos, de a uno, al siguiente plato (no pudo retener la cifra). Algo se estremeció entonces y una bermeja gota espesa estrió sus bordes sobre el arroz.

12.
Atravesó cada ojiva de arroz con la aguja, por los pequeños orificios fue deslizándose un imperceptible hilo de plata. Ató el último nudo y, lento, muy lento, rodeó el lomo ópalo del corcel con aquel engarce albino. La Luna entonces centelleó muda en las llagas de sus dedos.

13.
Hundió el extremo agudo de la esteca en la membrana; un chillido animal se desprendió de cápsula al tiempo que una espesa sustancia se deslizaba sobre el mesón. Dejó caer la esteca, el metal aulló contra el piso. Tenía que mirar, pero no podía moverse.

sábado, 21 de agosto de 2010

Baby Underground Days (1)

(1)

Bocas, trapos, destajos, destellos; nanas verticales del sol en tu mejilla.
Vas a berrear, a destemplar los puentes, a saltarte los días festivos.
Serás un iluminado resto de fiesta, una luciérnaga de alas rotas: a sweet, sweet Baby Underground

(4)

Nana-nanita te besa los pies. Tienes frío. Sientes frío. Eres frío.
Nana-nanita quiere jugar: ser la luna sobre tus ojos, el monstruo escondido bajo la cama.
Nana-nanita es fuente de tu espejo.

martes, 3 de agosto de 2010

Bike cicle

Un hombre con voz de sirena vocifera su melodía de ruedas entrecruzadas de cromo - estaño.
Cae el Sol.
Nada…
El viento del mediodía mece las medias en los vértices de las ventanas.
Tus muros tienen, bocas - ojos, cuerpo de enramadas deslizándose hacia abajo. Doce baldosones grises resquebrajan sus formas.
Nudo.
El hombre - sirena repite que es otro, uno más lejano.
Rueda…
He escuchado su canción en los altavoces de las estaciones de radio.
Una dama de ojos de sapo escupe un insulto (sombrero alto, nariz al Sol).
Paso de largo…
Un vestido, azul y ocre de hebras - verano, despliega sus ondulaciones.
Salto…
La Ciudad se eleva, con ella una antena que retransmite el relato tardío de una opera (¿o era otra cosa?)
Llueve…
lejos, pero llueve.
Acá, que es allá para los mojados, el Sol se adhiere a tus ventanas.
¿Has visto el Sol de Marzo? Es igual al de Mayo pero más joven.
Silencio…
Tocan la última canción antes de la precipitación (paracaida - parapente) de la noche.
Fin…
Las carteleras cinematográficas anuncian pre-estrenos del último y más reciente estreno (El hombre - sirena canta sobres los créditos finales).

jueves, 15 de julio de 2010

DÍAS DE LARVA 1:

Larva pequeñita
-titilando-
que la noche trae
para que el Sol coma
sus escamas.
Y Larva ahí
sin piel
secando los pies
-diminutos-
bajo las sombras
o el camino
que inicia.
Larva
des -cascarada
Larva
larvita
larvando descarnada
Larva se estira
más lejos que su cuerpo
y roza los bordes
- apenas un poco,
para humedecer -
Larva cree,
eso es todo
no tiene prisa
pero no quiere quedarse.
Se deja deshollejar por el Sol
- no grita -
y busca un hueco
uno
unito
con olor a tierra
para andar
lo des-andado.

domingo, 4 de julio de 2010

Alusivos 3: Los que No

Destronados del Sol
caminando sangrados
fijos al vacío
buscando la noche
o la sombra olivar
o el costado de la senda.

Piel ardida
secando sus bordes
doliendo
ya no doliendo
doliendo sin dolor
volviendo doler
clavo-talón
espina-garganta
hijo-difunto.

Y seguir la huella borrada
nómade a la fuerza
buscando
buscándote
(buscándonos)
quebrados del viento.

miércoles, 30 de junio de 2010

Bienvenidos a Chiapas (o la resurrec- ción “tardía” de mis desniveles)

1-
Un escarabajo de la Lacandona se pasea insolente sobre mis sienes, come pan untado en vino y miel mientras murmura un melódico discurso sobre pastos duros y gobiernos secos.
El-de-los-Enormes-Ojos-Verdes (¡se confunden, ay, con la espesura de la selva!) no lo sabe pero, aunque su rostro no sea más que una sombra detrás de una pipa que humea vocablos excesivamente hipnóticos (que el escarabajo esté aquí no es sino consecuencia de su tinta), a veces me entrevero en la humedad-camisa que destempla sus mañanas de fusil dormido y liebre guerrillera.

2-
Una liebre guerrillera, un fusil de orejas mal agarradas a la memoria; hay selvas que destemplan las mañanas de la Historia y mis noches niñas. Alimentada con los restos sangrantes de algún libro, mi liebre, estará loca en Marzo y entonará alguna desafinada revolución entre las sabanas. Sobre las letras habrá un rostro, cubierto y sin nombre, que sabrá de los cuerpos que se juntan en la moldura silenciosa de la noche cuando el amor toma la forma de un fusil en la selva. El-de-los -Enormes-Ojos-Verdes sabe que hay liebres que no esperan, mudas en su madriguera, a que todo pase; sabe, y muy bien, que las hay provocadoras de incendios. Y así anda Él, haciendo creer que su tinta es fusil mientras la liebre prepara la próxima emboscada en un recodo.
(Hay cuentos que en las noches saben a revolución enamorada)

3-
Marzo va a desbarrancarse y habrá una niña que tendrá cuerpo (algo que tiene poco de libro y se avecina como tormenta). Brotará el calor de las acequias pero sus ojos estarán lejos; leerá, tal vez, la letra de alguna canción que no la nombra (pero ella está lejos ahora y sus manos traen un fusil) y Marzo va a desbarrancarse como un nudo de ciruelos quemados; la niña, que ha dejado su reflejo en otra vida, a veces descubre que tiene manos que aman un cuerpo-hombre (sol de selva y guerrilla) que desmiente las balas y el silencio. La niña, que no es más alta ni más nada que antes, ha dejado también de ser como el sueño de lo que creía ser y ha olvidado ese viejo nombre que ya no entiende; ahora tiene otro, un nombre que germina en la lengua del hombre que carga fusiles con ella. Marzo va a desbarrancarse y la niña será selva, sombra y destello de nuevas revoluciones que no darán vuelta al mundo pero le levantarán la falda a la vida.

4-
Incendio de mariposas en la Lacandona. Un niño come, solo, los restos del amanecer; Nuestra-Señora-de-la-Selva, Santa Patrona de los fusiles, descuelga humedades como discursos (la Virgen de la Espesura acuna niños con dientes de sable). Hay un nudo, cierta intención de desvela-naciones, en el trino del quetzal, entonces, sólo a veces,
Nuestra-Santa-Patrona posa sus pies desnudos sobre los discursos del niño. Mariposas, dije, y un destello de voz escondida entre los matorrales vino a parir niños que saben de la Historia que aún es río labrando la montaña.

5-
La Lacandona va pariendo mis niños, sangre mana de mis piernas copulando con la selva. Voy dejando partes de un cuerpo que una vez supe tener sobre la húmeda espesura; un fusil pronuncia el nombre que me dieron y mis falanges son balas (luces de revoluciones libando en corolas de múltiples pechos). Soy de tierra y los brazos de un hombre, de
ojos-como-selvas, cruzan la frontera de mis caderas. Luego vendrá, sí, el parto y el Niño desvelará la Historia con el verbo de sus venas.

6-
La selva será un amante que buscará mis piernas entre las sabanas de Marzo. Un escarabajo me surcará el vientre y la revolución será un hijo que caerá sobre la hierba. Ahí estará, por siempre en el destierro del olvido, sin llegar a ser más que la sombra de un intento. Su sangre silenciosa, entre piernas de mujer, se arrastrará imperceptible y crecerá como fuego que devora. No habrá, es cierto…(¿lo es?), un solo árbol milenario que recuerde como fue que TODO-FUE-CAMBIANDO, porque nada habrá cambiado.
O tal vez…
Quizás, una mañana cualquiera, en el día en que el año inicia, una liebre (loca y en celo de tanto esperar) vulva a entonar el fusil y en aquel mástil, entre montaña y espesura, el líquen enarbole, una vez más, el grito de una nación ( pequeña y sin fuerzas) capaz de morderle los pies a la Historia hasta que el discurso sangre. Porque será tiempo ya, porque el
NIÑO-DE-EMORMES-OJOS habrá vuelto a nacer y la selva, una incansable vez más, gritará su cópula de fusiles y guitarras.

7-
Hay cuentos así, que no son cuentos. Que murmuran nombres que se meten en la piel. Y el nombre germina verdades de selva y se queda ahí. Y entonces el cuento es guerrilla con fusil de verbos, y, entre los plieges del DUERMEME-CON-ESA-BONITA-CANCIÓN, un nuevo desvía, “vanos” milímetros que todo lo modifican, el curso de la Estrella que guiaba la marcha.

8-
Rojo, en la espesura, el manto de la Virgen de la Estrella, coagula las grietas del fusil hasta el próximo discurso.
(Habré muerto entonces, pero aún quedará un consuelo: las liebres jamás olvidan)

9-
PD: [Registro uno] Fieltro oval. Hay lunas que gritan nombres de niños en la selva.
Globo. (Tierra de hule), pelota-guerrilla anota un set. Lo siento, tomé un atajo; otro día entonaré los cantos de las liebres que pueblan mis Valles.

jueves, 24 de junio de 2010

Alusivos 2: Veinticuatro Cero Tres

Lanares
hijos de un Sol dormido,
desterrados,
de tierra fértil dormidos
-nudos-
sangre en las muñecas
tobillos rotos.
La Luna destempla caminos
-morir en las zanjas-
ver
beberte
ser la nada caminando
muerto
muertas
muertos todos en el espejo.

Voces taladros
voces supurando
cadáveres comiendo
de mí
de tu vientre
de nuestro cuerpo.

Huellas
piel quemada
-vaciada-
la muerte en la tierra
no
soy
sombra
ni
espejo
ni
muerto
ni la forma de esta tumba
madeja que crece
con nuestras agonías.

jueves, 17 de junio de 2010

La niña de los monos (o mi vientre en cruz)

1-
Frida y yo


Está sentada. Quieta. Muy quieta. Frente a mi espejo. Sus débiles piernas descansando sobre delicados cojines. No se llora. Me llora, muda. Alguien llega y la mira. Han dejado una bandeja de madera frente a sus ojos que no quieren mirar los sonrientes alimentos. Una agresión. Cada ración de comida que ingresa intenta adherirse a las paredes de su laringe robando oxígeno. Cae. Quema. A cada centímetro que avanza va invadiendo una vida que intenta liberarse. El alimento se desliza tenaz por los túneles cansados de su interior adueñándose de la sangre. Lacerando. Corrompiendo, hasta destruir por completo lo que queda de ella. Frida esquiva el último bocado. Se mira en mi espejo. Se llora. Me abraza y nos fundimos: mañana podrá dormir.

2-
Frida en mí

Frida de pie ante el atril abre su cuerpo sobre la tela. Mis vértebras la sostienen. Trae en las manos el óleo de su costado. Vierte sus venas para encontrarme entre los trazos del pincel. Miro sus ojos de carbón dormido. Una súplica. Dibujo en su espalda las alas que nos faltan. Frida, por primera vez, sonríe.

3-
Frida descalza


Sus pies en el agua. Mis pies libres. Apenas si nos sostenemos. Se nos caen las vértebras bajo los murales de Diego. Me sostengo. Frida se va.

4-
Frida desnuda


Un grito de hijos no nacidos. Las piernas muertas de Frida en mis dibujos. Un arnés de hierro sostiene mi espalda. El largo cabello negro le oculta al espejo las llagas abiertas en su piel por vértebras carcomidas. Clavos de su médula entre los tendones de mis manos. El espejo ha muerto. Ya no sangramos.

5-
Desde Frida


Otro cuerpo. Sin cuerpo. Soy su espejo ahora. Un espejo sin reflejos crueles. México sangra, una vez más. A Frida ya no le importan sus, nuestras, piernas. Su cuerpo pequeño y gastado ha encontrado refugio en otra tela. México sangra y ella lo espera, siempre lo espera, desde las alturas de sus vértebras renacidas.

6-
Ocaso, Frida en “Casa Azul”


Somos buitres. Soy su buitre. El cadáver desgarrado de sus telas es la sombra sobre los ojos secos de México. Ya no importa caminar. Frida tiene ahora la piel de las aves. Soy su buitre, y no puedo encontrarla, ya no.

7-
Frida


Duermen mis manos sobre tus ojos. Necesito tu dolor para salvarte, pero ahora te liberas. Estás quitando a dentadas los grilletes que pusieron, puse, en tus pies. Eres la jungla poblada de sangre, y yo soy la sangre. Voy a quitarme los restos de piel. Esos jirones infestos que estorban, que no nos dejan vernos, solas, tú y yo, sin los dientes del mundo.

martes, 15 de junio de 2010

Despierta, Alice! (2)

DESPROVISTA
(reverso del espejo)


Alice, Alice...
¡Descréete!
Abre un surco en tu mundo,
toma mi mano en lo oscuro,
corre, corre
más velos que el viento,
danza en lo oscuro,
se reina de mis dominios.
¡Destroza este foso!
tumba, tumba
nido, nido
que nos une.
Plagia mi nombre,
mis venas,
mi cuerpo.
Se mi sombra,
sea yo tu reflejo.
¡Corre, Alice!
nómbranos en lo oscuro,
abrázanos en lo oscuro,
bésanos en lo oscuro.
Se lo que no eres,
lo que no soy:
un lago mudo,
una niña muerta en los rincones,
mis cuervos.
Alice de las bocas
murmullos, dientes, murmullos
¡Piérdete!
Desgarra los cercos de la piel,
devora, escupe,
ruge, liba,
asesina, pare,
Alice...
en lo oscuro.

miércoles, 9 de junio de 2010

Alusivos 1: Tus letras

-a Rodolfo Walsh-

Hablan los muertos
-aún persisten-
de vocablos
inquietos,
de mate
inquietos,
de merienda inconclusa
inquietos.

Voces difuntas
enumerando nombres
(ours name).

Quince duplicado
-mil veces duplicado-
en un foso voraz
de muertos mutilados,
de palabras mutiladas.

Hablan aún,
dicen lo que decían,
lo que diciendo murieron,
de brutalidad ignoradora murieron
-libros de carne incendiados-

Y la cinta negra
sobre el pecho,
bajo la lengua,
entre los dedos,
partiendo los dientes,
llevándose gargantas,
sintagmas vociferantes,
de sangre electrificada
vociferantes,
de ojos lacerados
vociferantes,
aún vociferantes,
aún diciendo,
enumerado,
proclamado,
la huella quebrada,
el vientre vaciado
en la noche espesa
-sin soles/ sin lunas-
del escriba fusilado.

jueves, 3 de junio de 2010

HASTA MAÑANA

Hasta mañana
mi dulce amor
las Colinas Claras despiertan,
todo está quieto ahora.

Hasta mañana
mi dulce amor
el viento ha dejado de soplar,
el horizonte enmudece.

Hasta mañana
mi dulce amor
tus manos se deslizan
por el verde.

Hasta mañana
mi dulce amor
yo estaré
entre las hierbas,
traeré en los cabellos
aroma de lluvia.

Hasta mañana
mi dulce amor
las Colinas Claras
despiertan
al silencio del día.

Hasta mañana, hasta mañana
mi dulce
entristecido
amor.

jueves, 6 de mayo de 2010

Farallón-Arena-Mar-238

A los 200 metros un buitre detuvo su vuelo y se posó en el roquerio, poco importaba cuantas aves llegarán, el sol aún no se ponía. Aguzó un poco la vista e hizo un cálculo aproximado, con su puntería, seguro, sería más fácil acertar entre los “bellos” ojos de Celsa que sobre la melenuda cabeza de Agustín; en estos momentos era cuando lamentaba no haber practicado más derribando panales (¡aunque, después de lo de Marga…!)
Lo pensó un instante (el buitre retomó el vuelo), a quien realmente detestaba era a Agustín ¿Por qué no podía evitar ser “tan” encantador con Celsa? ¡Justo con Celsa! Y con Melani, Alma, hasta con su hermana ¡la muy estúpida! ¿Estúpida quién? ¡Celsa, claro! ¿Para qué lo había invitado a ir con ella a la playa si se iba a pasar todo el tiempo hablando con Agustín?
Miró hacia el mar e intentó determinar la distancia una vez más; el bote del “idiota” estaría unos… ¿Cuánto sería? ¿200? ¿Un poco más? Sacó cuentas mentalmente (siempre le había gustado ser muy preciso ¿por qué variar ahora?) Veamos…si hasta el amarradero había unos…si, si, desde donde él estaba hasta el bote habrían no más de 238 metros ¡ja! Le encantaba jactarse de su precisión pero ¿para qué? Celsa no lo había mirado ni una vez y seguía arreglándose los rizos junto a Melani a unos escasos 3 metros de él. Calculó el peso de la piedra, “a gran velocidad, tal vez…”
-¡Ey, Teo!- Celsa le estaba hablando- ¿Podés ver a Agustín desde ahí?
(¡Era el colmo, sonreírle así para eso!)
-¿Te fijás si…?
(¡Ah, no, claro que no! ¡No seguiría haciendo el bobo!)
-¿Ey, Teo, me escuchaste?
(Claro que había escuchado, ¿cómo no iba a hacerlo?)
-¡Teo!
(¡Ya era demasiado!)
-¡Callate, estúpida!
La piedra abrió una hermosa grieta justo en el centro de los “azules” ojos de Celsa y después se perdió en la arena. Mientras las muchachas gritaban y trataban de reanimarla, él ya iba, farallón abajo, dispuesto a aplastar con todo su cuerpo a Agustín (el muy tonto sonreía buscando “pececitos”).
Silencioso, el buitre, esperó a que terminara de caer.

jueves, 7 de enero de 2010

Tardes de Ciudad 1

Regresar

Me hago una advertencia para recordar que he dormido poco, pero me importa ídem y sigo adelante. Celina, mientras tanto, señala a Joao con sus ojos de enredadera y nos suelta cómplice:
- Éste, por lo que ya sabemos, no va poder dormir.
Apuro un trago salvador de café como quien asiente y miro a Clao que ha vuelto a encender el último cigarro de la noche, entonces me doy cuenta de que no tengo la más pálida idea de que es lo que se supone que ya sabemos pero ya es tarde para dirigir una mirada interrogativa a la hoguera humana que tengo delante; por otro lado dudo mucho que él sepa que es ESO que DEBE saber ni creo que le importe el parloteo de Celina que ahora se dedica a narrar minuciosamente algo que nadie sigue.
Joao regresa al jardín con su brazo enlazado al de Carl. De pronto, sin darme cuenta, recuerdo a dos señoras regordetas que paseaban esta tarde por el mercado del Centro.
El humo que emana de Clao comienza a ser mayor que el deseo de contemplar sus ojos y me levanto dejando la cocina a estribor de este barco semi-naufrago en que voy mutando a medida que la noche disminuye. Pienso, mientras avanzo sorteando piernas estiradas que no tienen intención de correrse para cederme el paso, que jamás antes había visto unos ojos negros tan deslumbrantes (es cierto que exagero un poco pero Clao bien lo merece), aunque no sé si “deslumbrante” se ajusta a lo que veo cuando me mira pero, bien pensado suena a marquesina de cinematógrafo y, después de todo es Clao.
Afuera, en el jardín (que comparado con las dos plantas medio secas que hay en mi balcón, más parece un anexo del Parque Municipal) el aire golpea con fuerza; es evidente que hay más personas que en la sala, al menos dos o tres más, pero casi puedo volver a respirar con normalidad (me pregunto que entenderé por “normalidad” con este catarro que traigo hace más de dos semanas). Sentada en un banco está la novia de Carl, una chica muy alta (todos son altos comparados conmigo) que se mostró visiblemente frustrada ante la falta de “música bailable”; junto a ella están dos muchachos que no había visto antes, amigos de Joao, y una chica alemana que ostenta la autoria de una canción muy buena de la que no recuerdo el nombre, de la chica, digo, porque la canción era algo así como “sweet sun by her hands, creo. Hay dos parejas más dando vueltas por ahí pero hago lo imposible por esquivarlos. Sé que Egle y Aneta prepararon todo con esfuerzo, improvisando, como siempre, y que Celina se va a enojar cuando no me encuentre pero, por ahora, ya estuvo bueno con la “Bienvenida”.
Me refugio detrás de un árbol mal iluminado; la casa de Egle está en una pendiente y, desde el jardín, se puede ver la parte baja de la Ciudad. Casi mecánicamente llevo la mano al bolsillo de mi chaqueta, bastante sucia en este momento después de largas horas de uso, hurgo y encuentro la libreta y la pluma, me veo tentada a redactar un minucioso reporte de mi llegada pero, de inmediato, caigo en la cuenta de que tendría que regresar a la luz, y a la gente, y renuncio sin vacilar.
Una vez más una voz me repite que he dormido poco pero, no sé si por fortuna o por error, es la voz más enana de las múltiples que habitan en mi.
La Ciudad está mal iluminada, pienso, cada foco sigue un orden propio, como si sus filamentos iridiscentes se colaran entre las llagas de un telón mal cuidado; por todos lados hay extensiones negras, fragmentos de la Ciudad a oscuras, como un mar empetrolado. Un avión se desliza, lento desde esta lejanía, sé que es un avión por las luces que acompañan al estruendo de tormenta de los motores; siempre tengo el delirio de estar viendo caer el avión sin poder hacer nada, lo cual es obvio porque ¿qué podría hacer yo desde la tierra si no lo han podido frenar desde el aire?.
Comienzo a juntar cadáveres mentales, más restos de propia mente que del pobre avión, cuando una mano se posa (bonita palabra para una polilla) sobre mi hombro. No giro de inmediato, me quedo viendo las luces rojas del avión desaparecer detrás de la torre de una compañía de teléfonos; recién cuando ya no titila ni el recuerdo, escucho la voz, que, es natural, pienso, pertenece a la mano:
- Estaba buscándote.
No hace falta voltear para ver quien corta mi soledad pero quiero ver sus ojos negros, ya a nadie le importan mis ganas de huir de la gente, no a mí al menos.
- Te me habías escapado, mira que sos difícil de encontrar.
Ese “me” tan posesivo podría resultar agobiante dicho por otro y estimular de inmediato mi impulso de fuga pero en Clao es más bien inclusivo y, por fortuna, mis fobias se declaran en huelga. Me quedo en silencio mirándolo, buscando algo igualmente inclusivo que decir pero mi cerebro se ha fugado definitivamente a otro sitio (¡te dije que has dormido poco!), aunque no lo suficiente como para no percibir la cercanía de su cuerpo.
-¿Quieres que salgamos de aquí?
Palabras, palabras, palabras. Trabajo con palabras y atino apenas a murmurar un agónico “SI” que más se entiende por vaivén de mi frente. Clao me toma de la mano y, como quien conduce a una hilera infantes por el zoo, nos escabullimos por el lateral de la casa hacia la calle. A las tres cuadras estoy segura de que Celina se va a enojar pero creo que eso no importa ahora.
La Ciudad es un poco más amable que de costumbre. Andando por su serpentario de calles mal asfaltadas los manchones de oscuridad casi no se perciben. Repentinamente siento ganas de que la caminata conduzca directamente hacia el mar pero hace 17 horas que estoy de regreso y ya no es posible. Una ciudad junto al mar y Clao a mi lado provocarían un profundo desequilibrio ecológico, es mejor no abusar de la suerte, o quien quiera que maneje estas cosas, cuando está de mi lado. Por ahora me contento con la mejor parte de la ecuación: la mano de Clao rodeando mi cintura para hacerme esquivar un pozo, como excusa, pero quedándose ahí por si acaso.
No hay mar, hay río, sucio e incómodo pero de noche eso no se ve, y el agua marrón me echa una mano con este hombre que viene de una ciudad sin ríos.
-¿Quedan peces?- Pregunta Calo reclinado sobre el paredón, señalando al agua con el largo de su cuello.
No lo puedo evitar y me rio mientras él me mira desconcertado.
- ¿Pregunté mal?- Interroga con ojos alegres (sus muy enormes ojos negros), pensando que su recién adquirido castellano le ha jugado una mala pasada.
Le hago entender que no con un gesto de la mano y le digo que me rio de mí, aunque no sé como explicarle que recién ahora caigo en que, con 3 meses en la Ciudad, me resulta imposible que no halla visto el creciente vaivén del río. Para compensar mi falta de explicación tomo su mano y lo invito:
- Vení que te muestro algo.
Caminamos casi una cuadra en silencio con sus ojazos buscando alguna revelación. Y yo dichosa de poder comportarme como guía útil al menos una vez en la vida, y todo gracias a que no se le ocurrió preguntar por una calle que ahí sí que no.
Llegamos a un sector un poco mejor iluminado. De pie, junto al paredón del río, hay tres hombres de unos 50 años, camisas gruesas, jeans, chalecos sin mangas, callados, fijas las miradas en el agua donde se hunden las líneas de tanza de sus cañas.
- No sé si sacan algo, pero lo está intentando- Susurro muy junto a Clao con la excusa de los pescadores.
- Entonces hay peces- Concluye él y aprovecha el envión para rodear mi cintura y acercarnos sigilosos al bararndar que da al agua.
-¿Cómo te trato mi ciudad?- Pregunta de pronto Clao pero más como puntapié para acercarse en el murmullo.
- Igual que siempre- Respondo, sabiendo que no importan tanto las palabras en un dialogo que ya hemos tenido en varias ocasiones, sino el hecho de estar diciéndonos todo así, tan sin gente.
Después no más palabras, no al menos por esta noche, y el Sol que va desperesandose tímido mientras me bebo sus labios de regreso a casa, en un taxi sin apuros.
Has dormido poco”, me digo, pero ya no importa.