viernes, 30 de diciembre de 2011

Pronóstico

¡Qué bien!

las ventanas están abiertas

y el viento sopla en lo alto.

Caramelitos de fresa,

murmuran las niñas por las calles de piedra

y un palomo da de lleno contra el campanario.

¡Qué maravilla la siesta tardía!

si hasta los perros simulan soñar.

Un paso de rayuela,

estrategia de ajedrez,

la nube sobre tu casa va incorporando aguas del río

y te llueve,

nos llueve,

con sabor a destiempo.

¡Ay que delicia!

Parece que los sapos aprendieron tu nombre

y van croando en gorgoritos desentonados.

Una tarde de desbarajuste desorganizado,

con botes en las veredas

y helechos creciendo incontrolables.

Una tarde de té,

en la ventana.

martes, 27 de diciembre de 2011

Intenciones surrealistas a la hora de la siesta

Ser un tigre pero al revés y llevar la piel aerografiada de viento.

No sé qué momentos seleccionar, que días ir dejando amarrados

ni como acomodar en las maletas los retazos de memoria

que voy encontrando por ahí, entre las tablas del piso.

Desdoblo las mantas por no ir quedándome atrás

de los destellos del invierno ido.

Hay lagartijas azules hurgando rincones en la galería del patio

y un minotauro en miniatura acorrala hormigas contra el rosal.

Cierro los libros sobre la mesa de la cocina, uno cada hora;

les voy marcando las tapas con hilos verdes y luego los dejó ahí,

casi desinteresados del tiempo.

Preparo montes de arena y azúcar al borde de la mesada,

destejo swters (sólo los rojos) y me pongo en puntas de pie

descolgando sábanas y libélulas.

Me disgrego, depongo intenciones de insistir,

busco sombra bajo los árboles y me duermo soñando tu boca

(una vez más)


lunes, 26 de diciembre de 2011

Vacilaciones de un Lunes desvanecido

Risotadas de escarabajo en una noche submarina;

fuegos, fueguitos, de una mirada de carbón indeciso;

un zumbido de abeja reina en una vieja cinta, en un viejo radiograbador;

doce vueltas de ventilador;

la lista de compras, de hace tres meces, pegada en la heladera;

un zapato, unito sólo, entre la puerta y las ganas de las gatas;

gotas del rocío en el mantel de la cocina;

vasijas de greda con anhelos de miel;

un susurro de zarigüeya en la vuelta de mis aretes;

hojas de roble en algún rincón de algún verso;

el vuelo suspendido de una luciérnaga sobre tus hombros;

un beso en un cuenco de arroz;

sabanas limpias;

un libro sin empezar;

y la contratapa gastada del último disco grabado en Londres.

Todo eso intento atraparte

para que alguna vez recuerdes este día de calor

pero no,

tal vez no.

Soy inconstante

y vacilo.

Versos anósmicos: Presencia

En Do,

en Re;

cromados

cromáticos.

Se diluye la forma,

el sonido,

el color.

Queda el aroma,

dicen.

Y yo me diluyo,

otra vez,

en el intento vano

de cazar el perfume

que envuelve tu espalda,

el vértice de tus piernas,

la inclinación de las sábanas

sobre tus hombros.


Y hay una inquietud,

dicen,

perfumando el aire

pero se desintegra

antes de llegar a mí.


De lejos viene la lluvia,

un hilo de tierra húmeda,

hojas que comienzan a caer.

Pero eso lo sé de otra vida,

otro momento en que el mundo

se poblaba de aromas.

Hoy soy ciega a lo que mana de cada criatura,

y aun así puedo adivinarte,

desnudo en la ventana,

aunque ya no queden luces

y la noche caiga en el silencio.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Cierta distancia

Miro las fotos en la heladera, sostenidas por imanes gastados de años viejos y promociones nunca usadas, y plagio mis propias palabras repitiéndole al viento que a dos mil quinientos kilómetros es de noche y aún no sé a cuál de los dos le tocaba regresar. Desisto de esta perspectiva y me detengo en el calendario, uno nuevo, de ahora (creo), “en un año exacto habrá profecías con esta fecha”, pienso y desisto también de los registros temporales.

La más vieja de mis gatas decide ignorar es esta manía que adquirir de andar contando las baldosas entre tu ausencia y la cocina, y se dedica insistentemente a la siesta. Mientras tanto, afuera, vuelven las libélulas a invocar la lluvia. Pero no llueve.

Preparo el mate por costumbre, por restarle horas al día, por no tomar una decisión. Azúcar, un poco de inquietud y está necesidad de no ser yo tan lejos. Escribir, dibujar, agobiarme con el calor, desesperar. Voy de pared a pared tratando de no enredarme con mi sombra y estas ganas que no encuentran hacia donde escapar.

Me detengo. En algún momento se va a levantar el verano. Y yo con él. Y me voy a poner en marcha, aún sin tus manos me voy a poner en marcha. Ya vas a ver como no regreso, ni te espero; como aprendo a bailar descalza sin que me hagas girar.

Pero no es tan fácil. Nunca nada es fácil. Porque sigo sin saber a cuál de los dos le tocaba regresar y en qué puerto me dejé las maletas.

Las mañanas



Ceder a la tentación de la melancolía como quien se pone medias de seda, y no sé si hago bien en pedir tanta lluvia, en pedirle al día que se deshoje de otro modo. Es que hay viento, y música en algún rincón de la ciudad, pero la noche viene azul y lejana como una niña descalza.

Ceder, intranquila, a la opción menos probable, al ritmo de una fotografía sin formas. Sé que tengo algo que decir pero no descubro la formula cuántica para descifrar los vocablos.

Ceder a los sueños, al suave devenir del desierto, al conjuro en la lengua de los lagartos. Vengo desnivelando mi desnudez y no quiero alejarme.

Ceder, como hoja otoñal que cae del árbol.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Mi gata

*A Pola Pizarnik, mi gata vieja

Huele desconcertada el espacio entre mis dedos, busca algo que una vez tuvimos. Dulce y silencioso. No sabe que la ausencia persiste con tanta pasión, por eso insiste. Roza levemente mis falanges con sus bigotes curiosos. Busca. Jamás vi tal dedicación para buscar algo que ya no está. Con sus garras separan mis dedos de la mesa. Acá, dice el ocre de su mirada, acá voy a encontrar. Pero una y otra vez la nada.

Mi gata no se rinde, después de todo es una gata, su oficio es no ceder a lo imposible.

En Enero

La lluvia llega un día antes cuando regresas y no sé bien como mirarte. Descubro rincones nuevos en la casa, las aves aprenden código morse y lo dispersan por el tendido eléctrico y surge algo parecido a un pez en la piscina del patio. Pero es la lluvia, estoy segura (casi), con esa insistencia de siesta que te nombra la desnudes de las piernas.

Y vas descalzo, demasiado descalzo, hurgando en maletas aún no deshechas, descompaginando la quietud de cada cuarto con el viento de tus pasos. Puertas abiertas, ventanas inquietas. Las cortinas que acarician presurosas el lomo de las gatas. Y va llover, porque viniste sé que va a llover.

Descuelgo mis vestidos, apuro un retrato de tus manos en mi cintura, preparo café, no para mí, para mí es el té. Y me parece ver cristales entre las hojas del sauce, una ardilla desorientada sentada en el cordón de la vereda y el perfil aprobado por los retratos. Así todo, espero la lluvia, la que viene en tu ombligo de viajero invernal.

Las plantas de la galería estiran las hojas, se desesperan por tu presencia. Traes el agua, es evidente. Me descubro así delineando de hilos azules los grifos de la cocina. No sé qué desnivelación de algas traes en tus cuadernos, o qué invención subacuática armarás entre las rosas del jardín. Seguro, seguro venís trayendo la lluvia.

Una lluvia de equinoccios estelares, una lluvia de sal en las gotas y ranas que duermen hasta tarde. Agua, sin dudas, con aromas danzantes y desquiciados. Mucha imposible lluvia.

Regresas. Y la lluvia llega un día antes.




domingo, 4 de diciembre de 2011

Restos del aire


Decime que el viento traerá la lluvia de tus cuentos,

decime que intentarán los sapos desterrar el miedo

y que un lagarto gris se fugará en silencio del zoológico.


Sostén para mí el argumento de una revolución de orugas

y la firme convicción en los ojos del gato.


Afirma los contornos de una noche blanca,

la cicatriz destellante de mil soles

y el zumbido de la lengua de un escarabajo.


Los días van de agosto a agosto

saltando entre las ramas de un sauce

y crecen,

como senderos de hojas ocres,

los relatos invernales.


Tráeme,

cuando regreses,

un vaso de fuegos que narren tu viaje

y decime entonces

de qué color son los sueños del lobo,

cuántos años andará el caracol bajo el río

y si, al fin, estarán tus ojos en una fotografía.






jueves, 29 de septiembre de 2011

Cuerpos Póstumos

Solías ser uno,
sólo uno
una sola posibilidad de encontrarte al cruzar la calle,
una sola sonrisa que buscar,
un solo enojo esquivo.

La muerte te dispersó en 10 mil cuerpos.

Cada mirada en el colectivo,
cada gesto de unos dedos entre cabellos rizados,
cada palabra liberada en la lluvia,
cada frase remarcada en un libro
ahora pueden ser tuyos.

Ya no te busco en las veredas inquietas,
ni en los desniveles de la plaza.
No indago al tiempo
por el momento en el que pasarás por aquí,
justo en este rincón de la ciudad.

No estás.
No hay nada de tus formas en las mañanas.

Pero te dispersaste en 10 mil cuerpos.

Alguien mira mis botas en el andén,
y es tu pupila la que se deleita;
hay quien sostiene un libro como a un cachorro,
y son tus brazos los que lo acunan;
otros se inclinan lento sobre las fuentes,
y tu boca ausente sacia su sed.

La muerte se llevó tu cuerpo
y te disgregaste en la Ciudad.

domingo, 14 de agosto de 2011

La sombra en el ojo


¿A quién vas a crucificar ahora?

¿A quién vas a negar ahora el amor, el cielo?

¿A quién le tocó esta vez tu maldición de sal y cicuta?

Vas apurando el Mundo con tu lengua reseca,

vas dejando en tus huellas un reguero de sapos pestilentes.


¿A quién decidiste hoy regalarle tu hiel?

¿A quién vas a escupirle el plato rancio de tu ración?

Alimaña de colmillos estriados,

te veo erguir montículos de mierda como palacios,

e inclinas las sombras para no verte en los charcos.


Estás buscando corazones que devorar

y se te desintegran los dientes;

estás buscando manos que atar

y la soga se te enreda en el cuello, tu cuello;

estás buscando un cuerpo que destrozar

y sólo te queda el espejo.


¿A quién le implantarás el fracaso hostil de tu mentira?

¿A quién intentarás hundir en la rabia absurda que te pudre las mieles?

¿A quién, decime, a quién vas a culpar ahora de tu derrota?

martes, 26 de julio de 2011

Frenéticos roedores de orejas largas y esponjosas

Conejitos arremolinados,

descontrolados,

inquietos,

mirones.

Conejitos revoltosos,

buscadores,

hocicadores,

sigilosos.

Conejitos orejones

al borde del acantilado.

Conejitos con un suspiro en la nariz,

con los bigotes erizados

y un murmullo entre los ojos.

Conejitos de patas largas,

de sueños psicodélicos

alucinando entre tréboles amarillos.

Conejitos,

miles de conejitos

saltando.

Conejitos rock-stars

sobre los cables de la ciudad.

Conejitos revolucionarios

de mirada fugitiva

enamorados de la Liebre de Marzo.

Conejitos, conejitos, conejitos

multitud de frenéticos conejitos

en tus sueños.


sábado, 23 de julio de 2011

La Niña de Ojos Blancos

Desperté por la tarde con los restos de un mal día rondándome el paladar. Sabía que debía incorporarme pera no quería, partes de un sueño impreciso orbitaban mis sentidos, abandonar la horizontalidad significaba perder por completo esas imágenes. Sin más opciones decidí afrontar el hecho de que debía ir a trabajar y me levanté. La habitación giró cuanto pudo a mi alrededor en cuanto me puse en pie, lo cual dificultó el hecho de desplazarme hacia la ducha. Dejé que el agua caliente corriera por mi cuerpo sin pensar demasiado en nada; me dolía la espalda pero pronto lo olvidé, incluso olvidé todo lo que me rodeaba. Apenas si tenía importancia, bajo ese calor húmedo, cierta sensación en mis manos de algo que se quiebra y se desvanece, imágenes fugaces de un sueño inconcluso enmarañadas con el agua que caía sobre mi rostro. Comencé a adormecerme de pie, un falso placer invadió mi cuerpo, las rodillas comenzaron a ceder lentamente y habría caído si un cúmulo de vapor no hubiera invadido mis fosas nasales provocándome un acceso de tos. Alcancé a sostenerme bruscamente del grifo de la ducha infligiéndome un corte en la palma de la mano; un tanto agitado cerré la ducha y me senté en el borde de la tina, con los pies sobre los fríos azulejos del suelo. En mi mente oscilaba impaciente la figura de unos ojos pequeños, infantiles, completamente blancos ¿eran parte del sueño que había estado intentando recordar? De pronto comencé a temblar y me di cuenta de que aún estaba desnudo y mojado, la mano me sangraba y me ardía a causa de la herida. Intentando reponerme me puse trabajosamente en pie, me sequé rápidamente y me vestí. Poco a poco me fui convenciendo de que todo estaba en orden, tomé mi cámara fotográfica, el bolso y salí del departamento rumbo al estudio donde trabajaba.

El roce con la multitud me agradaba, era mi refugio en ese entonces; el constante desplazamiento de los automóviles, el ruido, los empujones y hasta el smog, todo aquello constituía el fundamento de mis días, por lo que decidí caminar. Diez cuadras antes de llegar pasó corriendo un hombre dándome un fuerte empujón a causa del cual dejé caer una carpeta provocando un gran desparramo de fotos. Me agaché a recoger una que había quedado más alejada de las demás, la tomé y detuve la mirada en las líneas rectas de la ciudad retratada por pocos días atrás. Repentinamente, fuera de la fotografía, unos pequeños pies cubiertos por zapatos blancos, reclamaron mi atención: frente a mí se hallaba de pie una niña completamente vestida de gris, con el cabello castaño cayéndole lacio sobre los hombros. Algo en ella me inquietó, intenté ponerme de pie pero no pude La niña fijaba en mí una sombría mirada de ojos blancos, muda e inmóvil, sólo insistía en el “vacío” níveo de sus pupilas sobre mi mente. Comencé a sentir una cierta impresión de algo que se quiebra y se pierde. Un frío adormecimiento se apoderó de mi cuerpo. Súbitamente sentí un leve golpe en la espalda y una voz lejana llamándome, me puse en pie buscando con la vista a mi alrededor, la niña había desaparecido. Me quedé paralizado, las sienes me latían con insistencia, un fuerte temblor me invadió el cuerpo. Pasó un largo tiempo hasta que me pude poner en marcha, apenas recuerdo cómo fue que logré llegar hasta el estudio, sólo sé que avancé tambaleándome.

Ya en el estudio comencé a revelar varios trabajos que debía entregar. Ni bien comenzaron a aparecer las imágenes sobre el papel, me sobresalté, en lugar de una esbelta modelo, surgió el cuerpo frágil y diminuto de una niña, desperado comprobé que en todas las fotografías surgían esos infantiles ojos pálidos. Después todo se aceleró, salí corriendo a la calle y anduve durante horas sin rumbo fijo, atormentado, con aquella mirada sobre mí. De pronto la vi, estaba de pie “llamándome” con mil voces mudas, la tomé fuertemente por el cuello apretando con furia hasta quebrar sus huesos y ya no vi más

Desperté en esta sala vacía, completamente inmóvil, y a pesar de lo que digan sé que Ella no murió y ahora mismo está aquí, hurgando en mis entrañas, torturándome con el frío de sus ojos blancos.

domingo, 5 de junio de 2011

Sangre y Yo

1-
Si digo ahora que duele, que el interior de mis venas está perdiendo algo y no es la sangre ¿Cómo lograría que lo entiendas? ¿Cómo explicar que no voy a morir aunque se desarmen mis huesos? ¿Cómo intentar que veas que ya no estoy?

2-
Me rescato de mí, del fuego inconcluso en que incinero los desueños. No voy a morir, ya te lo dije. Aunque veas mis restos erguirse como una montaña de huesos resplandecientes, no voy a morir. Ves mis venas transparentar la herida y crees que desisto, lo sé, pero aún persisto, ya lo ves.

3-
Y me deshago en el viento, devengo en oruga, te inquieto en las mañanas. Y ves, sigo andando. Aunque no lo creas

lunes, 2 de mayo de 2011

El Corazón de una muerta

-Pensando en Alejandra Pizarnik en el día de su cumpleaños. -
-No es para ella pero pienso en ella-


La reina solitaria de un paraíso abandonado,
un bichito de luz iluminando
desmesurados campos nocturnos.

El vacío del miedo o el miedo al vacío.

Sufrir como escriba tísico victoriano
dejando migajas de un dolor bien macerado.

Diosa pagana de la desolación
descreyendo de su propio culto.

¿Quién diseño tu corona de púas de cristal?

Niña,
niñita intranquila,
buscando un miedo para cargar.

Y quedar varada,
como una sirena esperpéntica,
entre la tragedia y la banalidad.

Pobre reinita
(sola princesita)
desgranando el espejo,
comiéndose los codos por tener una pena,
destejiéndole swters al viento.

sábado, 23 de abril de 2011

Poemas huecos en una noche insomne (como bien manda el oficio)

1- No hay nadie al otro lado del verso roto; el poema es tan sólo un espejo sin reflejos. Un cuerpo ausente, una imagen silenciosa, una invención.

2- Cada sintagma miente; es la forma y su contrario, un hueco en la realidad de la materia. La no existencia del poema.

3- Sin voz (vos). No existe esa voz, ese ruido inclinado en la escritura, ese viento que migra versos al nido del poeta ausente.

4- Destino. Destinatario. Destinado. Una cadena de pretensiones poéticas desandándome, desgranándome las voces que aún no diré.

5- Un silogismo poético muere ante el espejo. El vacío multiplicado ¿puede ser infinito? Infinitamente vacío ¿puede haber un vacío aún más vacío? Estas palabras son huecas.

6- Un eco en el poema, rebotan las palabras contra el filo hiriente del verso, se caen, no atinan a pronunciarse. Simplemente, no son.

7- Puedo llenar vacíos gramaticales con el vuelo perpetuo de una ilusión, crear un espejismo sintáctico y no decir nada.

8- Oradores sintagmáticos. Narradoras verbales. Formas y contra formas de la poética estática. Un muro de palabras casi móviles, casi despiertas, casi nada.

9- Narrativas incontenidas, desmedidas, incomprendidas. Cuerpo gramatical sin caricias, sin amparo de una noche de poetas, sin el borde de sabana de todo verso.

10- Versículo vertical vertido en vaso vítreo. Cacofonía inmunda devoradora de realidades.

11- Se desdobla la métrica, la falsa rima del busca/encuentro, la parábola hipócrita del literato muñeco de trapo, lengua empastada, buscando en la noche el beso de ajenjo.

12- Intento desdecirme. Esta noche (como bien manda el oficio) procuro abandonar toda trama de coherencia rítmica/métrica/poética. En esta hora de insomnio (como bien declama el oficio) voy a rebatirme todos los argumentos. Y voy a perder.

13- Declaro. Escupo. Disperso. Esgrimo una evidencia sintagmática, gramática, poco poética. Me inclino por el lado mordido del verso sin camino. Olvido lo que iba a desmentirme.

14- Una letra, un átomo gramatical, un pobre insecto del habla. Un punto sin sucesión.

15- Me rindo ante la evidencia del final de la página. Nos quedamos sin contención, el verso y yo, y ante nuestras extremidades se extiende el abismo de lo que no diremos. Escribir es mentir diciendo algo parecido a la verdad.

sábado, 16 de abril de 2011

Mandarina



-1-
Ácida
dulce
frio
móvil
circular…
Jugo impaciente
saltando sobre mi lengua.

-2-

Gajo casi dos,
pequeño embrión entre dos jugos,
ínfima delicia
desintegrándose en filamentos ácidos.

-3-

Adivino tu aroma,
sé que sigue en la sima de mis dedos
cuando ya no estás.
Es un olor pequeñito
para absorber con las manos bien pegadas al rostro.
Perfume de mil gotas ambarinas
bajo la lengua.

-4-

Ausencia,
y aun los fantasmas
de un sabor lejano.

-5-

Y se fue tu presencia
de dulce ninfa del Invierno
Alguien,
lejos
(muy lejos)
dibujará los contornos de tus flores
y una lluvia
(también lejana)
besará las manos
que te desgajan.

miércoles, 13 de abril de 2011

Astronomía Roedora

Conejitos a través del Universo,
saltando bajo el sol de Octubre.
Un día, dos;
otro día, no.
Y van,
Orejas erguidas,
ojos inquietos,
van, va, van
y buscan.

Conejitos a través del Universo,
como estrellas fugaces,
desmoronando formas astronómicas,
degustando las sombras,
hurgando el tiempo.

Conejitos a través del Universo
entre fuegos desolados,
desmantelando estrellas
se encojen,
levantan las patas,
beben agua de río
y huyen en fuga lenta.

Conejitos,
si, miles de conejitos,
a través de este Universo.

El Universo está hecho de conejitos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Cuentos mínimos para leer en la siesta bajo un sauce (pero puedes leerlo ahora)

-1-

Que llevaba un vestido “rojo fuego”, le habían dicho. Peo ella sólo había visto fuegos amarillos. Por eso no le tuvo miedo al mar y recorrió descalza la distancia de arena ardiente.

-2-

Deslizó los dedos sobre los bordes agudos de la roca. Una hebra de sangre espesa se resbaló hacia la tierra. Entonces llegaron las aves.

-3-

Levantó el libro sin mirarlo. El borde de una hoja hirió sus yemas, y lloró olvidando su nombre.

-4-

Gritó en la noche. Y, sin saberlo, desarmó el día.

-5-

Tres elefantes y un gallo desanduvieron la senda del circo. Y el silencio se rompió en mil fragmentos.

-6-

Por la mañana todo era vacío. Aun así salió a pescar. Y la sirena comenzó a cantar.

-7-

El sauce se inclinó por el viento. Tres gotas se deslizaron hacia el río y el bote se meció. Amanecía por fin.

-8-

Dragón, lo que decide un “DRAGÓN”, no era. Más bien era un simple reptil con un fuego en la lengua. De todos modos escupió sobre el sendero, y ahí comenzó todo.

sábado, 26 de marzo de 2011

Lejana

Me voy,
me estás pidiendo que me quede
y yo me voy.
Pensé contarte mil cosas sobre la noche
y sus formas.
Pero me voy.
No sé decirte si es la cercanía de la luces,
si es el mar (ahora tan lejos)
o algo en los bordes de tus ojos.
Pero me voy.
No estoy dejándote atrás,
estoy yendo hacia mí.
Hacia los rincones perplejos de mi cuerpo,
hacia el sitio vacío que no ocupo (hace ya mucho tiempo).

Me voy,
aunque quiera retenerte (nos) bajo el nudo de las sabanas,
aunque crea que el día perderá sus vueltas,
aunque haya silencio en las maletas.
Me voy.
Y voy a buscar tu cuerpo en otras calles,
a intentar el recuerdo de lo que fuiste (sin mi),
voy a perderme de tu memoria
y ser la inconclusa mujer que no te nombra.

Me voy,
me estás pidiendo que me quede
y yo me voy.

lunes, 7 de marzo de 2011

Febrero encantado (antes o después)

Se abre una grieta en el tiempo de los dioses
¿Quiénes me buscan en la noche, entre los golpes del tambor?
¿Quién adorna la calle con abrazos de flores de papel y luces lejanas?
Soy de otro sueño,
otro día disperso,
otro ritmo inconcluso
¡Car-na-val!…

Me desintegro como lluvia en desierto,
bordes de colores,
manos agrietadas.
Albahaca en las sienes, pétalos en la ventana
¿Dónde se irá la música con el último sol?
¿Dónde andará la huella de harina cuando me haya marchado?
Soy una invocación cuando nadie cree,
un canto de copla entre las aves,
una fuga,
un silencio,
una noche más.
¡Car-na-val!…

¿Vendrás a mi encuentro cuando falte la lluvia?
¿Me traerás tus miradas cuando sobré la risa?
Sueño de chicha,
canción enharinada;
tus manos, mis formas,
en banderas de colores.
Búscame,
piérdete,
cree y descree de mi tiempo
que no soy de estas tierras ni me iré de ellas.
Búscate,
piérdeme
en la noche del fuego en el cielo
que no tengo prisa.
Búscame
y nómbrame
¡Car-na-val!

miércoles, 16 de febrero de 2011

Experimentales

1.
[Boca - Tú]

Pesadilla de soledades
sal de heridas mal cocidas
destierro del as súplicas
suicidio del orgullo
estaca en la piel de la última lejana noche.

2.
[Caderas]

Declinación hacia tus aguas
vaivén de carbonillas
paréntesis de tu vientre
hacia tus piernas.

3.
¿Sabrán perdonar las tormentas que no quiera dejar los campos?

4.
Un lagarto de espejos devoró a la niña de las visiones,
hay pesadillas que tienen la forma de tus besos en retirada.

viernes, 21 de enero de 2011

Níspero Blues

-Poem 4-



Soles como dioses de enramada,
como encuentros del sumo en tu lengua,
como ensoñaciones de avispa en la tarde,
como desencuentros de la lluvia.
Soles ácidos en tu paladar,
mis besos,
tus siestas.
Soles de piel jugosa,
de interior goteante,
inclinaciones verticales.
Soles sobre la mesa.