martes, 16 de julio de 2013

Queja de Elefante


Tengo un elefante sentado en el pecho, se bebe mi llanto antes de que explote,
se traga mis palabras, bloquea el paso a los besos.
Sentado  ahí  hunde mis costillas, aplasta mi costado herido con sus patas grises
y construye su madriguera, calentito se queda entre mis desazones.
No tiene hambre pero igual deglute insaciable mi ansiedad.
Sabe que no le temo y no se apresura a marcharse, inclina su cuerpo,
 vaivén, desgastando mis huesos.
Es demasiado enorme este elefante. Y se resiste a recibir un nombre.
Camina lento el elefante sobre mis pulmones.
Un paso, inspiro; un paso, exhalo; un paso, inspiro; un paso, exhalo;  un paso...
 Me quedo sin aire.
¡Ah, pero este elefante no sabe estarse quieto!
No quiere, me invade con su desastre.
Lo tiento con una promesa,  le invento canciones  con ritmo de guitarra acelerada,
lo distraigo (eso creo) con un poco de miel.
 Pero sigue ahí, entre el esternón y las vértebras. Saltando.
Mis gatas me miran el pecho, piden permiso al elefante para recostarse en su viejo lomo inclinado “¡No, basta, ya es mucho peso!” Quiero gritarles.
Pero acá manda él y las eleva con su trompa a la sima de su cuero gris.
Cada vez me hundo más.
“Dormite y dejá de molestar”, ordena el elefante.
Cuando despierte va a dolerme el cuerpo.



domingo, 7 de abril de 2013

Amor-Desamor en Bs. As. o las consecuencias de un fin de semana con sobredosis de comedias románticas


-1-
-¿Por qué es tan difícil el amor?-preguntó ella acurrucándose en sus brazos.
-El amor no existe- aseguró él- es un invento para retenerte a mi lado.
Y volvió a besarla.

-2-
-Cuando empiece a llover no voy a quererte más-  le dijo.
Ella, por las dudas, sacó las plantas al balcón.

-3-
¿Querés agua?
No.
¿Pan?
No.
¿Entonces me querés?
No...

-4-
-Es lunes.
-Ya lo sé.
-Los lunes no se ama a nadie.
-Es mentira.
-Hoy es lunes, y no te quiero.

-5-
-¡Quedate quieto porque me mareás!
-Entonces dejá de quererme
-No tengo ganas.
-¿Querés que deje de quererte yo?
-Hoy no.
-Dame un beso.
-¿Y te vas a quedar quieto?
-Si me dejás de querer.

-6-
-¿Sabés qué es eso?
-¿Nuestro  amor?
-No, bobo, es un ratón que trajo la lluvia.
-Ah, entonces todavía me querés.
-Hasta que pase la lluvia.

-7-
-Creo que voy a amarte para siempre.
-¿Eso cuanto tiempo es?
-Hasta el martes ¿te parece bien?
-No, el martes no, tengo dentista.
-Entonces hasta el domingo.
-El domingo está bien, va a hacer calor y te voy a amar sólo hasta el lunes.
-Entonces el lunes voy a llorar.
-Pero un día menos que yo.

-8-
-¿Me abrazás?
-Cuando caiga esa hoja del árbol
-¿Tengo que esperar hasta el Otoño?
-Si me querés, sí.
-Dejá, mejor me pongo un suéter.
-¿Pero no querías que te abrace?
-Esperá hasta el Otoño.

-9-
-¿Este es el final?
-Si vos querés.
-No sé ¿qué vas a hacer cuando me vaya?
-Salir a correr
-¿Vos?
-Lo de ponerse a tejer me parece aburrido.
-Pero  correr...
-¿Querías que me quedara acá esperándote?
-Si
-No me va a salir
-Que pena.
-Sí, que pena.

-10-
-Deberías escribir uno más
-¿Por qué?
-Porque diez es un número más completo.
-Pero vos ya te fuiste.
-Puedo volver.
-¿Para qué?
-Para que puedas escribir uno más...
-No, dejate de hinchar, ya puse mis libros en tu lado de la biblioteca.
­-Y si querés me das un beso...
-Ah, eso sí, pero después te vas, mis libros están bien así.




martes, 4 de septiembre de 2012

Regresar



            Regresar y saber que ya no estarás en la casa vieja esperándome. Miro el reloj por última vez antes de subir al taxi, le paso la dirección de La Flaca al chofer y me alejo del despelote de la terminal. Reviso la agenda por enésima vez desde que llegué a Santiago, tengo poco más de una semana para volver a querer a esta ciudad plagada de smog y los primeros tres días se me irán en ir a conferencias  y redactar las columnas de este mes.
Llego con el sol lamiendo la sima de los cerros. El departamento de La Flaca, está a mitad de camino entre el Cerro Santa Lucia y La Moneda, en un edificio poco llamativo pero con muchas plantas en los balcones. El balcón de La Flaca es, definitivamente, el más selvático de todos. Desciendo del taxi con la sensación de estar regresando tarde, a deshora, a un sitio que no me pertenece aunque reconozca todas sus formas. Miro hacia el hall del edificio. La Flaca corre ya hacia mí.
-¡Chuta que habís demorado, cabrita! ¿Qué onda el viaje? ¿Dormiste algo?-
Y yo, que intento contener todo lo que tengo para contarle, sólo atino a colgarme de los hombros la mochila y el bolso mientras le respondo a todo que sí.
-Ya, po, vámonos pa´arriba- Invita y ante mi mirada desconcertada aclara-No te asustís, Petisa, que ahora sí anda el ascensor.
-Mejor así, Flaca, porque ni en pedo vuelvo a subir siete pisos por escalera.
Y sonriendo entramos al edificio.
            El departamento de La Flaca cambió poco desde la última vez.
-Ya, deja todo por ahí y siéntate así tomamos un tecito-Ordena La Flaca con dulzura.
-Preferiría unos mates, Flaca- replico descargando bolso y mochila.
-Ah, pa´eso vas a tener que espera que llegue el Lucho con los cabros de la orquesta porque yo salí bien mala pa´el mate.- Sentencia ella al entrar en la pequeña cocina de paredes verdes.
-Tengo que comprarme una de esas teteras eléctricas- La oigo decir cuando enciende la hornalla.
Mientras me desparramo entre los almohadones del sillón desde donde puedo ver el balcón con su súper población de cactus y helechos.
Tres años. Tres años y cinco días desde la última vez que estuve acá. Pero entonces no hubo tiempo de visitar a La Flaca ni al resto, y Santiago estaba demasiado gris y me aplastaba contra el asfalto dejándome restos amargos en la garganta.
El sonido de las tazas sobre la mesa me llama de vuelta al ahora. La Flaca despliega un desparejo juego de té sobre las tablas desnudas. Pienso casi irritada “en esta casa no se usa mantel”, y río mientras me digo que ya estoy pensando como mi abuela. Me arrimo a la mesa justo cuando se abre la puerta y, de espaldas a mi, entra un hombre bastante más alto que yo, guitarra al hombro y una boina gastada sobre su enmarañado cabello castaño.
-Hola, Lucho- le digo tomando su brazo con la mano.
-¡Petisa!- Exclama y la guitarra va a dar al sillón mientras le devuelvo el abrazo en puntas de pie- Me hubieran avisado que llegabas hoy así te iba buscar- Se queja Lucho dándole un beso a La Flaca
-¡Qué querís si esta me  avisó recién cuando llegó a la terminal!- Replica ella haciéndose la enojada. Y al rato estamos los tres sentados, saboreando el té. Igual que siempre. Como si aún estuviéramos todos. Como si la casa vieja aún existiera.

miércoles, 4 de abril de 2012

Abril o el otoño encantado

Abril lleva nombre de hada, hada inquieta, saltarina, de fuego.

Abril enciende esos ojos de niña guerrera y alborota el viento.

Abril empuja, grita que derritas los hielos eternos,

y sale corriendo como gorrión enloquecido.

Abril es pura magia descontrolada,

y te deja dando vueltas entre las alas de una libélula.

Abril con sus fuegos

se va, y vuelve, de una respiración a otra.

Abril como luna veloz

como sirena despeinada

como un destello de luz en la noche.

Sólo Abril.

sábado, 4 de febrero de 2012

En las tardes


-¿Va a llover?- le preguntó distraída

-Si tú quieres…- respondió él dejando el diario a un costado

-mm… está bien, pero espera que me quite las sandalias

Entonces él abrió la ventana y, tomados de la mano, recibieron las primeras gotas.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Pronóstico

¡Qué bien!

las ventanas están abiertas

y el viento sopla en lo alto.

Caramelitos de fresa,

murmuran las niñas por las calles de piedra

y un palomo da de lleno contra el campanario.

¡Qué maravilla la siesta tardía!

si hasta los perros simulan soñar.

Un paso de rayuela,

estrategia de ajedrez,

la nube sobre tu casa va incorporando aguas del río

y te llueve,

nos llueve,

con sabor a destiempo.

¡Ay que delicia!

Parece que los sapos aprendieron tu nombre

y van croando en gorgoritos desentonados.

Una tarde de desbarajuste desorganizado,

con botes en las veredas

y helechos creciendo incontrolables.

Una tarde de té,

en la ventana.

martes, 27 de diciembre de 2011

Intenciones surrealistas a la hora de la siesta

Ser un tigre pero al revés y llevar la piel aerografiada de viento.

No sé qué momentos seleccionar, que días ir dejando amarrados

ni como acomodar en las maletas los retazos de memoria

que voy encontrando por ahí, entre las tablas del piso.

Desdoblo las mantas por no ir quedándome atrás

de los destellos del invierno ido.

Hay lagartijas azules hurgando rincones en la galería del patio

y un minotauro en miniatura acorrala hormigas contra el rosal.

Cierro los libros sobre la mesa de la cocina, uno cada hora;

les voy marcando las tapas con hilos verdes y luego los dejó ahí,

casi desinteresados del tiempo.

Preparo montes de arena y azúcar al borde de la mesada,

destejo swters (sólo los rojos) y me pongo en puntas de pie

descolgando sábanas y libélulas.

Me disgrego, depongo intenciones de insistir,

busco sombra bajo los árboles y me duermo soñando tu boca

(una vez más)