domingo, 25 de noviembre de 2007

Las Furias

La Ciudad incinera con su mirada todos mis movimientos.
Estoy varada. No hay salidas visibles.

Si todo sale oscuro hoy es porque no hay nadie aquí.

Cada rincón quiere presentarse como una amenaza,
y ni siquiera veo a mis carceleros.

¿Cuántos siglos deberán pasar? ¿Cuántas noches más en este estado?

Si hay dioses se han marchado, hace rato,
y nos han dejado al cuidado de La Nada.

Hoy no es un día simple, estoy sobrevolando edificios grises sin ventanas en una nave vacía, busco algo que aún no sé ver y en un viejo pasa-cassettes suenan canciones gastadas, espesas, demasiado intranquilas.

Extraño un estado anterior, una forma inquieta de recorrer los caminos.

Soy un ente abstracto, he perdido el cuerpo al girar la última esquina.

Tengo frío.

Sueño.

Dolor.

Soy las sobras del día.

La Hija del Capitán (desde el otro lado del Muro)

viernes, 23 de noviembre de 2007

Noche

Un regalo.
pequeño,
en el centro de tu boca.
Voy a salirme de mí,
a contarte los silencios que me envuelven.
Hoy es poco,
Vendrás y el tiempo sigue.

La Hija del Capitán (retomando el contacto con la Tierra, o parte de ella)

domingo, 14 de octubre de 2007

DESPRIMAVERADA

Bien, acá estoy, intentando definir el sitio que me rodea. Ok, lo acepto, el clima me distrae y me veo tentada a ocupar mis palabras con esta desorientación climática que me mantiene (“nos”, La Voz merodea por aquí aunque no estoy segura de que sea muy consiente de lo que ocurre), decía, esta desorganización meteorológica que mantiene a la que suscribe y a su copiloto emponchados hasta la nariz en pleno Octubre al Sur del Planeta. ¡Vale, ok! Lo de “hasta la nariz” es un poco exagerado pero andar con sweter liviano más saco en lugar de una remera sin mangas bien amerita el exabrupto.

Patear las calles con una lluvia tozuda lamiéndote los ojos puede ser encantador, pero 15 días intercalados entre breves momentos de sol comienza a parecerse demasiado al guión paranoide de un film futurista con androides deprimidos y guerrilleros de alcantarilla. Eso sin contar que uno bien puede tener la mala idea de hacer caso a cierto tonto murmullo de corrección que va haciendo eco en el interior de nuestra ya diluviada mente, y cometer el fatal error de tomar un paraguas y ¡USARLO! ¿Es posible que exista una estafa mejor concebida? El maldito objeto se supone que sirve precisamente para eso para ¡PARAR AGUAS! Pero no, el muy desgraciado a lo más que llega es a engancharse en le pelo de la desdichada que lo porta (a la sazón, yo), intentar perforarle el ojo a una anciana que avanza descuidada en la dirección opuesta, darse vuelta como si su interior fuera realmente interesante, trabarse a mitad de camino de estar por completo abierto, agujerearse, inclinarse, tapar la visión, fastidiar, fastidiar, fastidiar, ¡FASTIDIAR!

Conclusión: A La Hija del Capitán, que tanto ama la lluvia, estas semanas proféticas han logrado provocarle un tic nervioso cada vez que una gota inoportuna se derrama desde las alturas.

¿Y La Voz? Bien, gracias; ha sacado todas las macetas que enselvatizaban el ventanal de su cabina a la vereda del aparcadero y ahora nuestra nave se asemeja a una versión mal diagramada de la famosa arca. Contabilicen: Una iguana vegetariana; una rata con aires de murciélago; un gato con panik atak, otro temerario y estúpido, una gata neurótica; Merlinus Urano de los Balcanes, MUB, el perro de tres patas; 15 macetas con una variedad improbable de helechos (¿Por qué los helechos tendrán esa manía por el crecimiento tan incontrolable?) y un sin número de cactus, cardos y otras plantas que no sé identificar (corrijo: son más de 15 pero acá no hay ni un integrante del reino vegetal que no tenga espinas así que no me atrevo a hacer un estudio de campo para obtener el dato exacto. ¿quién afirmó que las plantas son inofensivas?)

Acá estoy, entre tanto desorden biológico-ambiental comienzo a sentirme inestable, paranoide, agitada, poco dada a la naturaleza, y ando rebotando contra las paredes de chapa de nuestra mal ajustada nave.

Por fortuna (para el resto de los mortales), La Voz transfiere uno de los audífonos de su MP3 a mi oído y me duermo con el arrullo de La Diosa de la Isla Esmeralda.

(Voy a soñar con vos.)

LHDC

PD (para La Chica de Los 70´S): ¡YA TE EXTRAÑO PIBITA!

domingo, 16 de septiembre de 2007

Uno

Me calzo el MP3 de La Voz y salgo a patear el asfalto.
Frío a 30 metros del Sol.
Del otro lado de la vereda el día grita.
Estoy pensando que no todo sale como me han cantado las predicciones.“Puede fallar”, me dijeron. Y falla.
Hasta el tarot se equivoca conmigo.
Pequeño Árbol se me va (se nos va a todos pero hoy me duele a mí) y yo no sé como consolar al ángel que la extraña.
Pasos de cemento y agua en la vereda.
Caminar no es fácil cuando las muelas se te traban de tanto masticar lo no dicho.

LHDC

sábado, 8 de septiembre de 2007

Una Ciudad

Hay edificios con plataformas para helicópteros;
edificios chatos donde no sé puede aterrizar;
edificios con sus simas como agujas;
edificios con los huesos rotos;
edificios inclinados;
edificios monocromos;
edificios como muestrarios de mosaicos;
edificios añejados; edificios sin estrenar.

Hay edificios múltiples; edificios sin raíz;
edificios de mirada oscura;
edificios como parques de diversiones;
edificios hostiles; edificios sin puertas;
edificios cerrados;
edificios que flotan.

Hay edificios...

Debajo estoy yo, y la niebla.

La Hija del Capitán (con los oídos angustiados)

viernes, 24 de agosto de 2007

Polaroids 1

I- Gigante

Sonríe.
Siempre sonríe.
No estoy muy segura de haber visto su rostro sin esa sonrisa que le inclina el rostro.
Sentado en la escalera no parece tan lejano.
Yo, detrás de él, casi no desaparezco.

II- La Diosa de la Isla esmeralda

Diminuta como una vara.
Vestido a rayas, movimientos de muñeca inquieta y una voz increíble que me atraviesa el cuerpo.
Verla y oírla es creer de nuevo que es posible recorrer el Universo.

III- La Chica de los 70´S

Pantalones verde manzana, chaleco de lana sin mangas, polera blanca de cuello alto, gafas que aumentan sus insistentes ojos marrones y cabello muy, muy largo.
Ella hace magia con las palabras (sobre una hoja en blanco o entonadas en melodías dispersas) y sabe guiarte hacia lo imprevisible.

IV- Pequeño Árbol

Menuda y abrazable.
Resulta extraño que todos hallamos salido de ella.
Tiene ojos inclinados de tanto reír con todo el cuerpo y la voz del viento entre el mar y las montañas.
Ella es fuego y tardes de té con quesillo.

V- Un tal JC

Me mira desde un rincón en el escritorio.
Humo que no sale del cigarro entre sus labios.
¿Podrá saber que sus palabras son brújula de mi desorientación?
Erres gastadas me retumban en el pecho cuando comienza a girar la cinta con su voz; soy su vástago incompleto.


VI- Little Oriental dragonfly

Es un hada y no lo sabe.
Canta con silencios pequeñitos y le brilla el sol en los ojos.
Sonríe con tristeza.

jueves, 23 de agosto de 2007

La sombra de nuestro pequeño árbol

"A los Cinco"

Cruzo montañas y la veo: cabellos blancos, mirada de duende cansado. Es mi Pacha y se está agotando.

Cuando las rocas se abran a la mitad para recibirla, el Sol que nos entibia la memoria se irá hundiendo en el Océano.

Tendremos que aprender a caminar sin su risa de ojos entornados, sin sus cocimientos de choclo, sin su malhumor pasajero, sin sus pasos inquietos.

Tendremos, digo, y el alma se me agujerea.

Ella se irá. Lo sé.

A mi pesar comienzo a despedirme.

Digo adiós a sus manos desenredando collares con viento, a su cuerpo cansado, a mis ganas de haberla tenido siempre conmigo.

Ella se irá.

Yo me quedaré aún un tiempo más. Y le pondré su nombre a las calles de la memoria, armaré puentes con sus palabras encaminadoras, elevaré ciudades con sus años de recorrer cansancios y una tarde verano le diré a mis vástagos: "hubo una dama, al otro lado de las montañas, que soñó con ustedes."

Ella se irá.

Yo lloraré hasta hacerla recuerdo.

La Hija del Capitán

domingo, 19 de agosto de 2007

Carta 1

Gigante:

Me he dado cuenta que no sé definir el color de tus ojos (¿verdes? Eso sólo si una esmeralda puede guardar el color del Sol; ¿miel? Eso sólo si la miel guarda el color de los bosques).¿Qué es lo que miras cuando nadie te ve? ¿Alguna vez piensas que pienso en tus ojos?

Es cierto que no hablo. Dadas las circunstancias sabrás que a quien escribe no le es dado en demasía el don de la palabra hablada (disparidades del querido Mercurio ¡Qué le vamo`a hacer!); tú escribes, yo escribo y así andamos los dos sin decirnos nada. He pensado enviarte aves que trinen mi intrincado mensaje pero, ya ves, me quedo a mitad de camino.

Tienes alas, sé que en algún momento también te darás cuenta y tal vez remontes vuelo hacia aquí. Es probable que no llegues con la luz del día centellando entre tus cabellos ámbar, ni aterrizarás suavemente una mañana clara; ni tú ni yo somos dados a lo volátil, más bien padecemos de una grave densidad terrestre. ¿Será por eso que nos movemos tan lento? Y así se nos va el tiempo, andando, quizás, en direcciones opuestas y sin saberlo, lento, muy lento, sin vernos, sin decirnos nada, sin tomar nuestras manos en la oscuridad.

Disculpa, pero ya vez lo que causan tus miradas de sabio sonriente ¡y tú sin saberlo!

Tal vez mañana, o algún día de lluvia en Enero, cuando los caminos se hallan secado y mi cabello roce el suelo del verano, entre un viaje y otro de esta nave en mal estado, tal vez, digo, pueda arrancar el barro de mis pies y acercarme a beber de tu boca.

La Hija del Capitán (desde un rincón inquieto del Universo pensando en ti)

PD: Aún eres una intriga.

lunes, 13 de agosto de 2007

La noche de las luciernagas

Hemos anclado nuestra nave, momentáneamente, en un desierto de rocas ambarinas.

He oído al viento murmurar sortilegios y todos traen el recuerdo de una delgada mujer de cabellos como hebras de sol: no es una dama sutil, más bien parece algo enojada y blande su espada con furia.
Pero, como dice un viejo libro, esa es otra historia ha de ser contada en otra parte.

Nuestro "campamento" no es lo que se dice fotogénico, a decir verdad se asemeja bastante a un desarmadero de autos viejos (no sé si es el cansancio o el estado de nuestro muy lamentable medio de transporte).

Es de noche ¿ya lo dije? Y ni La Voz, ni quien deletrea estas palabras, tiene la más mínima idea de cómo encender un fueguito, aunque más no sea para iluminar. Pensándolo mejor, creo que la naturaleza es bastante sabia y, por el bienestar de sus otras criaturas, ha privado a estos dos engendros de la facultad de incendiarlo todo.

Lo que sí abundan son latas de conserva (atún y lentejas o lentejas y atún con una variedad de atún y atún o lentejas y lentejas); tierra; poca agua; botellas vacías; tierra; un pasa- cassettes en mal estado (sí, sí, ya lo sé, estamos en la era del CD y el MP3 pero ...); algunos libros de tapas bordeau; tierra (mucha, mucha, muchísima y en mis ojos) y algunos saltamontes despistados, empiezo a temer que La Voz se encariñe con alguno y pase a engrosar nuestra ya numerosa ¿familia? (una iguana vegetariana, una rata con problemas de identidad, un gato con panik atak, otro bastante temerario pero algo estúpido, una gata neurótica, Mub, el perro de tres patas que quiere deglutir a nuestra gata... ¡ah! También, de vez en cuando, estamos La Voz y yo).

Después de ingerir mi ración diaria de lentejas/atún me dediqué unos breves minutos a observar como mi compañero se deslizaba en los brazos del sueño, de uno modo más bien abrupto diría yo (nos muy dado a las sutilezas).

Traté de seguir sus pasos pero me distraje con el vaivén lumínico de cierta danza amorosa ejecutada por un abundante número de luciérnagas (¿será así o es el consumo excesivo de lentejas me esta afectando?). Conté 753 intermitencias, no sé si eran todas de distintos insectos o si eran sólo 23 bichitos en un éxtasis frenético, lo cierto es que absorbieron la noche con su luz y me dejaron ahí, sin otra cosa en la mente que el ajetreo incesante de su cortejo.

Ok, vale. La noche en el desierto no es taaannn encantadora ni trae la esperanza de que, de detrás de una roca, surja Michael Mandsen *. Y, para ser realistas, los saltamontes tienen pocas posibilidades de caer simpáticos ante un duo de anfitriones muertos de frío.
Ok, vale otra vez, los anfitriones son ellos y no nosotros, este es SU desierto y mi copiloto y yo hemos caído como peludo de regalo, convidado de piedra, suegra en la luna de miel, cuñadito/a en primera cita, mosquito en campamento...

¿Qué corno estoy tratando de decir? ¡¡¡¡ QUÉ EL DESIERTO NO ES PARA MÍ!!!
¡¡¡Devuélvanme las calles asfaltadas, los semáforos y bocinazos! ¡Tráiganme los letreros horribles y las cagadas de perro! ¡Quiero un bar de mala muerte abierto a cualquier hora aunque no lo vaya a pisar ni por todo el oro del mundo! ¡Quiero ruido, gente, olores artificiales, música por todos lados y calles mal pavimentadas!

Sí, soy un bicho de ciudad.

¿Y La Voz? Intenten dejarlo 1 semana sin su MP3 (a él sí le llegó la modernidad, que le vamo´hacer!) verán como aveces puede no ser tan tranquilo.

En fin tanta lucecita intermitente no eléctrica me ha dejado exhausta.

¡Buenas noches y hasta mañana! Y, como dice La Voz: ¡Qué sueñen con algo más interesante que un niñito alado!

La Hija del Capitán (con hambre, con sueño, con frío) y La Voz (en el quinto sueño)

*Aclaración (por si aún no tienen la dicha de saberlo):
Michael Mandsen es ese tipo grandote de Liberen a Willy (el padre, si ese); Species, Perros de la calle (el psicótico, su especialidad); Brasco; y, por sobre todas, Kill Bill (sí, ya sé, al pobre no le va muy bien en el desierto pero...)

sábado, 4 de agosto de 2007

El chico de Ciudad Roja

Nuevo puerto de arribo: una ciudad de edificios rojos.

Construcciones bajas con techos de madera, ventanas ovaladas y cintas doradas colgando de las galerías; torres de siete pisos, con frente de ladrillos; plazas con tierra carmín en lugar de pasto y juegos cubiertos de pintura bermellón.

Esta vez La Voz se dejó arrastrar a la superficie y, por más de 3 horas, tube su metro 70 de estatura andando a mi lado: un auricular del MP3 en mi oreja izquierda, el otro en su oreja derecha y "Candy", tronando en las gargantas de Iggy Pop y su compañera, 5 veces seguidas (¡jamás me cansaré de oír los agudos de esta chica de grandes rizos y mirada perdida entre los 70`s y los 80`s!). La Voz, manos en los bolsillos de jean gastado, cabellos sueltos sobre los ojos y una bufanda bordeau descansando alrededor de su cuello, iba abstraído hurgando árboles con su mirada soñolienta; yo iba dando saltitos descordinados al ritmo de la música.

En alguna esquina, donde la vereda se inclina hacia el asfalto, mi copiloto se detuvo bruscamente y, con la vista clavada en un perro de tres patas, soltó un breve:
-Hace frío.
Acto seguido enfiló rumbo a un pequeño bar de mesas carmesí anclado en la vereda de enfrente. Y yo, como un buen pez en el anzuelo, colgando de su MP3 me vi guiada hacia la promesa de una taza de café caliente.

El problema fue que, en ese preciso instante, de la tienda de dulces que se erguía oronda detrás de mí, salió una mano tibia que retuvo con fuerza una de las mías. El asunto era que dicha mano iba sujeta aun muchacho alto (de verás muy alto), de cabellos cobrizos y mirada marina, que, sosteniendo frente a mi nariz una vasija de greda carga de guindas acarameladas, casi cantó un:
-¿Querés una?
Y me quedé ahí, perdida en el vaivén del viento entre sus cabellos.

La Voz, que ni se enteró de esta aparición (rara vez se entera de algo, ni siquiera el día que perdió su mejor sombrero se dió cuenta), siguió andando sin más hacia su objetivo arrancando de un tirón el auricular de mi oreja que de pronto se quedó desnuda sintiendo el frío de la mañana que terminaba.

Tomé una guinda diminuta con la mano que aún tenía libre y, llevándome su dulzura a la boca, me dejé guiar al interior de la tienda.

El sitio era más bien pequeño, con varias mesas pintadas de rojo y oro, repletas de dulceras cargadas de caramelos de frutilla, pasteles de cereza, jaleas de ciruela, bombones de mora, higos azucarados, pasas de uva con chocolate y guindas en almíbar. Mi guía de los grandes ojos oceánicos me acercó un taburete, con un mullido almohadón bordeau bordado de azul, para que me sentara, luego me ofreció una taza de chocolate caliente y se sentó frente a mí a beber también.

Por un instante lamenté no tener conmigo mi libreta de dibujos, después me perdí en le centro de agua de sus ojos y me olvidé de todo.

Cuando la última gota de chocolate se desintegró en mi garganta el chico de los cabellos de fuego estaba de pie alargando su mano hacia mí. Vocación de pez- pescado en el anzuelo, siempre sujeta a una tansa invisible, me dejé arrastrara una vez más. Esta vez hacia fuera.
Cuando salí el Sol comenzaba a declinar, llovía tenue y, sentado en el cordón de la vereda de enfrente, La Voz jugaba con un perro negro de tres patas. Me conecté a su MP3 y regresamos a casa: Iggy Pop había cedido su lugar a la soprana voz de una muy bella cantante irlandesa que entonaba su "Wake up, Wake up, Wake up. Shutup, shutup, shutup, shutup. It´s time, smell the cofee, the cofee."

La Hija del Capitán

P:D: El perro de tres patas nos siguió y ahora está felizmente recostado sobre nuestro único sillón, tomó posesión de él con una agilidad que no le hubiera atribuido a su escasez de pata (por si quieren saber es la derecha trasera; La Voz pensó en ponerle una de palo, por el momento desistió)

L.H.D.C

P.D. II: Después de 5 horas de dudar entre Apolo el Destemplado o Napoleón Sieteintentos, a nuestro nuevo amigo cánido le dimos el nombre de Merlinus Urano de los Balcanes (MUB, para abreviar) y, por ahora, responde de lo más contento (es sos o las galletas que La Voz le da cada vez que lo llama.

Desde ahora somos tres (esto va a ser un caos).

L.H.D.C

martes, 31 de julio de 2007

La salida

Desperté en sábado con impulsos de escape, es decir, con más ganas de estar en otra parte que acá. El inconveniente es que mi copiloto, La Voz, se despertó a destiempo y no hubo manera de contar con él para algún viaje o caminata extraespacial.

Salí y vi que habíamos arribado a una ciudad desbordada de gente, automóviles, carteles, vitrinas, bares y gente, mucha, mucha gente (ya lo dije).

Caminar entre los desconocidos un sábado frío, con las manos desnudas dentro de los bolsillos, y pensar. Pensar en la lluvia que no termina de caer, en los perros que cruzan mal la calle, en mis ganas que quedaron lejos (por hoy) y en el que ha quedado sin pensar en todo esto, bien abrigado frente a una pantalla que destila imágenes en movimiento.

Esta ciudad ofrece refugios extraños para quien no lleva más que un abrigo de paño azul y se ha olvidado el sombrero sobre la mesa.

Confieso que no tenía planeado ponerme contemplativa pero por la tarde la lluvia espesó el sábado y me fui ahuecando cada vez más. Anduve por veredas mal iluminadas hasta que me dolieron las botas, entonces pagué una buena tasa de café caliente que me lleve anudado con tres medias lunas bajo las muelas y me fui.

Cuando regresé, el rincón metálico donde habito emanaba música espesa y ensordecedora y La Voz deglutía naranjas sentado en el sillón (el único sillón que posemos, recuerdo de un antiguo viaje interplanetario); le robé tres gajos más bien agrios y me fui a bañar con la sensación de no haber salido nunca.

A veces, los sábados se me quedan varados en la garganta.

La Hija del Capitán

miércoles, 25 de julio de 2007

Casi naufragio (el submarino a pique)

Debo confesar que navego a loa tumbos. Hace poco más de 3 horas accedí a una nueva nave y, como corresponde a mi persona, lo primero que hice fue perder la llave de arranque (el que duerme aquí a mi lado ni siquiera se dio por enterado de que estuvo a punto de morir)
Recuperado a medias el rumbo me retiro para beber una tasa humeante de un buen café y a ver si la próxima logro algo mejor.
No desesperen con mis incoherencias.
C (La Hija del Capitán)

Llamando al planeta Tierra

Bueno, aquí vamos...


Confieso que esta fue más mi idea que del copiloto que traigo a mi lado (un poco por él, otro por mi) y no sé si conseguiré que el muchacho en cuestión se involucre en este asunto: no es muy comunicativo y yo tiendo a convertirme en su Voz.


Para dar un orden a todo esto empezaré diciendo que estamos en algún lugar del Universo que aún no hemos podido identificar (es probable que se trate de algún rincón de la Tierra pero entre mi distracción y su falta de interés por los asuntos prácticos bien puede tratarse del asteroide B612 a gran escala). Dormimos poco y hablamos en exceso (yo hablo, él ni siquiera escucha). Nuestros telescopios apuntan a la Tierra y nuestras mentes hacia la nada.


Por hoy no esperen una gran participación, estamos probando este medio y no estamos seguros de haber entendido con claridad las reglas.


Espero llegar a algo con el frío que estoy pasando en este momento (él duerme en un rincón cómodo y tibio de nuestro refugio), hasta el próximo envío.


C (La Hija del Capitán) y D(La Voz o el que duerme)