sábado, 4 de agosto de 2007

El chico de Ciudad Roja

Nuevo puerto de arribo: una ciudad de edificios rojos.

Construcciones bajas con techos de madera, ventanas ovaladas y cintas doradas colgando de las galerías; torres de siete pisos, con frente de ladrillos; plazas con tierra carmín en lugar de pasto y juegos cubiertos de pintura bermellón.

Esta vez La Voz se dejó arrastrar a la superficie y, por más de 3 horas, tube su metro 70 de estatura andando a mi lado: un auricular del MP3 en mi oreja izquierda, el otro en su oreja derecha y "Candy", tronando en las gargantas de Iggy Pop y su compañera, 5 veces seguidas (¡jamás me cansaré de oír los agudos de esta chica de grandes rizos y mirada perdida entre los 70`s y los 80`s!). La Voz, manos en los bolsillos de jean gastado, cabellos sueltos sobre los ojos y una bufanda bordeau descansando alrededor de su cuello, iba abstraído hurgando árboles con su mirada soñolienta; yo iba dando saltitos descordinados al ritmo de la música.

En alguna esquina, donde la vereda se inclina hacia el asfalto, mi copiloto se detuvo bruscamente y, con la vista clavada en un perro de tres patas, soltó un breve:
-Hace frío.
Acto seguido enfiló rumbo a un pequeño bar de mesas carmesí anclado en la vereda de enfrente. Y yo, como un buen pez en el anzuelo, colgando de su MP3 me vi guiada hacia la promesa de una taza de café caliente.

El problema fue que, en ese preciso instante, de la tienda de dulces que se erguía oronda detrás de mí, salió una mano tibia que retuvo con fuerza una de las mías. El asunto era que dicha mano iba sujeta aun muchacho alto (de verás muy alto), de cabellos cobrizos y mirada marina, que, sosteniendo frente a mi nariz una vasija de greda carga de guindas acarameladas, casi cantó un:
-¿Querés una?
Y me quedé ahí, perdida en el vaivén del viento entre sus cabellos.

La Voz, que ni se enteró de esta aparición (rara vez se entera de algo, ni siquiera el día que perdió su mejor sombrero se dió cuenta), siguió andando sin más hacia su objetivo arrancando de un tirón el auricular de mi oreja que de pronto se quedó desnuda sintiendo el frío de la mañana que terminaba.

Tomé una guinda diminuta con la mano que aún tenía libre y, llevándome su dulzura a la boca, me dejé guiar al interior de la tienda.

El sitio era más bien pequeño, con varias mesas pintadas de rojo y oro, repletas de dulceras cargadas de caramelos de frutilla, pasteles de cereza, jaleas de ciruela, bombones de mora, higos azucarados, pasas de uva con chocolate y guindas en almíbar. Mi guía de los grandes ojos oceánicos me acercó un taburete, con un mullido almohadón bordeau bordado de azul, para que me sentara, luego me ofreció una taza de chocolate caliente y se sentó frente a mí a beber también.

Por un instante lamenté no tener conmigo mi libreta de dibujos, después me perdí en le centro de agua de sus ojos y me olvidé de todo.

Cuando la última gota de chocolate se desintegró en mi garganta el chico de los cabellos de fuego estaba de pie alargando su mano hacia mí. Vocación de pez- pescado en el anzuelo, siempre sujeta a una tansa invisible, me dejé arrastrara una vez más. Esta vez hacia fuera.
Cuando salí el Sol comenzaba a declinar, llovía tenue y, sentado en el cordón de la vereda de enfrente, La Voz jugaba con un perro negro de tres patas. Me conecté a su MP3 y regresamos a casa: Iggy Pop había cedido su lugar a la soprana voz de una muy bella cantante irlandesa que entonaba su "Wake up, Wake up, Wake up. Shutup, shutup, shutup, shutup. It´s time, smell the cofee, the cofee."

La Hija del Capitán

P:D: El perro de tres patas nos siguió y ahora está felizmente recostado sobre nuestro único sillón, tomó posesión de él con una agilidad que no le hubiera atribuido a su escasez de pata (por si quieren saber es la derecha trasera; La Voz pensó en ponerle una de palo, por el momento desistió)

L.H.D.C

P.D. II: Después de 5 horas de dudar entre Apolo el Destemplado o Napoleón Sieteintentos, a nuestro nuevo amigo cánido le dimos el nombre de Merlinus Urano de los Balcanes (MUB, para abreviar) y, por ahora, responde de lo más contento (es sos o las galletas que La Voz le da cada vez que lo llama.

Desde ahora somos tres (esto va a ser un caos).

L.H.D.C

5 Arribos desde el último alunizaje:

Cristina Cambareri dijo...

¡¡buenísimo este texto y no puedo esperar a leer más!!

señorita HDC, admiro su capacidad literaria, ya sabe.

me encanta y me gustaría, si se puede, ver dibujos de ustedes... no pido fotos, creo que sería demasiado.....

Vik dijo...

Un abrazo inmenso del otro lado del muro.
Estoy sin palabras...
Porque las que aun van entrando se toman su tiempo y con razón.

Estupendas letras Prima de mi corazón.

Vik dijo...

cinco veces he leido la Cuidad Roja. Y le encusntro nueva profundidad cada me muero de ganas de ver que más hay ene sa cabecita tuya, primis... estas escibiendo muy bien amor

Alba Cecilia Curia dijo...

Primis:
Voy a sonrojarme si sigues diciendome esas cosas.
Besosos!

Alba Cecilia Curia dijo...

Srta Cric:
Ha de saber que yo admiro mucho su escritura.
Es ud para mí una de las grandes poetas del siglo (y no exagero)