miércoles, 30 de junio de 2010

Bienvenidos a Chiapas (o la resurrec- ción “tardía” de mis desniveles)

1-
Un escarabajo de la Lacandona se pasea insolente sobre mis sienes, come pan untado en vino y miel mientras murmura un melódico discurso sobre pastos duros y gobiernos secos.
El-de-los-Enormes-Ojos-Verdes (¡se confunden, ay, con la espesura de la selva!) no lo sabe pero, aunque su rostro no sea más que una sombra detrás de una pipa que humea vocablos excesivamente hipnóticos (que el escarabajo esté aquí no es sino consecuencia de su tinta), a veces me entrevero en la humedad-camisa que destempla sus mañanas de fusil dormido y liebre guerrillera.

2-
Una liebre guerrillera, un fusil de orejas mal agarradas a la memoria; hay selvas que destemplan las mañanas de la Historia y mis noches niñas. Alimentada con los restos sangrantes de algún libro, mi liebre, estará loca en Marzo y entonará alguna desafinada revolución entre las sabanas. Sobre las letras habrá un rostro, cubierto y sin nombre, que sabrá de los cuerpos que se juntan en la moldura silenciosa de la noche cuando el amor toma la forma de un fusil en la selva. El-de-los -Enormes-Ojos-Verdes sabe que hay liebres que no esperan, mudas en su madriguera, a que todo pase; sabe, y muy bien, que las hay provocadoras de incendios. Y así anda Él, haciendo creer que su tinta es fusil mientras la liebre prepara la próxima emboscada en un recodo.
(Hay cuentos que en las noches saben a revolución enamorada)

3-
Marzo va a desbarrancarse y habrá una niña que tendrá cuerpo (algo que tiene poco de libro y se avecina como tormenta). Brotará el calor de las acequias pero sus ojos estarán lejos; leerá, tal vez, la letra de alguna canción que no la nombra (pero ella está lejos ahora y sus manos traen un fusil) y Marzo va a desbarrancarse como un nudo de ciruelos quemados; la niña, que ha dejado su reflejo en otra vida, a veces descubre que tiene manos que aman un cuerpo-hombre (sol de selva y guerrilla) que desmiente las balas y el silencio. La niña, que no es más alta ni más nada que antes, ha dejado también de ser como el sueño de lo que creía ser y ha olvidado ese viejo nombre que ya no entiende; ahora tiene otro, un nombre que germina en la lengua del hombre que carga fusiles con ella. Marzo va a desbarrancarse y la niña será selva, sombra y destello de nuevas revoluciones que no darán vuelta al mundo pero le levantarán la falda a la vida.

4-
Incendio de mariposas en la Lacandona. Un niño come, solo, los restos del amanecer; Nuestra-Señora-de-la-Selva, Santa Patrona de los fusiles, descuelga humedades como discursos (la Virgen de la Espesura acuna niños con dientes de sable). Hay un nudo, cierta intención de desvela-naciones, en el trino del quetzal, entonces, sólo a veces,
Nuestra-Santa-Patrona posa sus pies desnudos sobre los discursos del niño. Mariposas, dije, y un destello de voz escondida entre los matorrales vino a parir niños que saben de la Historia que aún es río labrando la montaña.

5-
La Lacandona va pariendo mis niños, sangre mana de mis piernas copulando con la selva. Voy dejando partes de un cuerpo que una vez supe tener sobre la húmeda espesura; un fusil pronuncia el nombre que me dieron y mis falanges son balas (luces de revoluciones libando en corolas de múltiples pechos). Soy de tierra y los brazos de un hombre, de
ojos-como-selvas, cruzan la frontera de mis caderas. Luego vendrá, sí, el parto y el Niño desvelará la Historia con el verbo de sus venas.

6-
La selva será un amante que buscará mis piernas entre las sabanas de Marzo. Un escarabajo me surcará el vientre y la revolución será un hijo que caerá sobre la hierba. Ahí estará, por siempre en el destierro del olvido, sin llegar a ser más que la sombra de un intento. Su sangre silenciosa, entre piernas de mujer, se arrastrará imperceptible y crecerá como fuego que devora. No habrá, es cierto…(¿lo es?), un solo árbol milenario que recuerde como fue que TODO-FUE-CAMBIANDO, porque nada habrá cambiado.
O tal vez…
Quizás, una mañana cualquiera, en el día en que el año inicia, una liebre (loca y en celo de tanto esperar) vulva a entonar el fusil y en aquel mástil, entre montaña y espesura, el líquen enarbole, una vez más, el grito de una nación ( pequeña y sin fuerzas) capaz de morderle los pies a la Historia hasta que el discurso sangre. Porque será tiempo ya, porque el
NIÑO-DE-EMORMES-OJOS habrá vuelto a nacer y la selva, una incansable vez más, gritará su cópula de fusiles y guitarras.

7-
Hay cuentos así, que no son cuentos. Que murmuran nombres que se meten en la piel. Y el nombre germina verdades de selva y se queda ahí. Y entonces el cuento es guerrilla con fusil de verbos, y, entre los plieges del DUERMEME-CON-ESA-BONITA-CANCIÓN, un nuevo desvía, “vanos” milímetros que todo lo modifican, el curso de la Estrella que guiaba la marcha.

8-
Rojo, en la espesura, el manto de la Virgen de la Estrella, coagula las grietas del fusil hasta el próximo discurso.
(Habré muerto entonces, pero aún quedará un consuelo: las liebres jamás olvidan)

9-
PD: [Registro uno] Fieltro oval. Hay lunas que gritan nombres de niños en la selva.
Globo. (Tierra de hule), pelota-guerrilla anota un set. Lo siento, tomé un atajo; otro día entonaré los cantos de las liebres que pueblan mis Valles.

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