jueves, 17 de junio de 2010

La niña de los monos (o mi vientre en cruz)

1-
Frida y yo


Está sentada. Quieta. Muy quieta. Frente a mi espejo. Sus débiles piernas descansando sobre delicados cojines. No se llora. Me llora, muda. Alguien llega y la mira. Han dejado una bandeja de madera frente a sus ojos que no quieren mirar los sonrientes alimentos. Una agresión. Cada ración de comida que ingresa intenta adherirse a las paredes de su laringe robando oxígeno. Cae. Quema. A cada centímetro que avanza va invadiendo una vida que intenta liberarse. El alimento se desliza tenaz por los túneles cansados de su interior adueñándose de la sangre. Lacerando. Corrompiendo, hasta destruir por completo lo que queda de ella. Frida esquiva el último bocado. Se mira en mi espejo. Se llora. Me abraza y nos fundimos: mañana podrá dormir.

2-
Frida en mí

Frida de pie ante el atril abre su cuerpo sobre la tela. Mis vértebras la sostienen. Trae en las manos el óleo de su costado. Vierte sus venas para encontrarme entre los trazos del pincel. Miro sus ojos de carbón dormido. Una súplica. Dibujo en su espalda las alas que nos faltan. Frida, por primera vez, sonríe.

3-
Frida descalza


Sus pies en el agua. Mis pies libres. Apenas si nos sostenemos. Se nos caen las vértebras bajo los murales de Diego. Me sostengo. Frida se va.

4-
Frida desnuda


Un grito de hijos no nacidos. Las piernas muertas de Frida en mis dibujos. Un arnés de hierro sostiene mi espalda. El largo cabello negro le oculta al espejo las llagas abiertas en su piel por vértebras carcomidas. Clavos de su médula entre los tendones de mis manos. El espejo ha muerto. Ya no sangramos.

5-
Desde Frida


Otro cuerpo. Sin cuerpo. Soy su espejo ahora. Un espejo sin reflejos crueles. México sangra, una vez más. A Frida ya no le importan sus, nuestras, piernas. Su cuerpo pequeño y gastado ha encontrado refugio en otra tela. México sangra y ella lo espera, siempre lo espera, desde las alturas de sus vértebras renacidas.

6-
Ocaso, Frida en “Casa Azul”


Somos buitres. Soy su buitre. El cadáver desgarrado de sus telas es la sombra sobre los ojos secos de México. Ya no importa caminar. Frida tiene ahora la piel de las aves. Soy su buitre, y no puedo encontrarla, ya no.

7-
Frida


Duermen mis manos sobre tus ojos. Necesito tu dolor para salvarte, pero ahora te liberas. Estás quitando a dentadas los grilletes que pusieron, puse, en tus pies. Eres la jungla poblada de sangre, y yo soy la sangre. Voy a quitarme los restos de piel. Esos jirones infestos que estorban, que no nos dejan vernos, solas, tú y yo, sin los dientes del mundo.

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