martes, 21 de diciembre de 2010

Dispersa (madrugada)

1-
Recordé de pronto el estar flotando en un a pileta, de cara al Sol, con los ruidos del Mundo levemente distorsionados.
Me gusta el agua.
No soy una sirena pero me gusta el agua.
Siento en los pies un alivio de madrugada eterna, una expansión de los bordes de mis falanges y un halo líquido envolviéndome los tobillos.
Soy de tierra.
Si llueve, revivo.

2-
Quietud.
En el agua abundo en quietud.
No me deslizo. Me dejo llevar por lento vaivén de la superficie.
Soy como una flor del ciruelo en la superficie fría de la pileta.
Agua.
Diluye mis bordes.

3-
Silencio.
Bajo la piel se acurruca el murmullo del agua lenta
Y ya no hay palabras.

4-
Agua de ciudad entibiada por el viento de la tarde.
Un rincón de agua entre los techos de cemento.

5-
Agua y antenas.
La lluvia trae palabras sin forma, palabras ciegas, desprovistas de cuerpo.
No escribo con agua (sólo en la sed)

6-
Mi lluvia es anósmica.
Sin pastos húmedos ni tierra mojada que la distraiga de encantarme la mirada.
Toda mi lluvia es piel y mirada.

7-
Tengo peces en los pies.
Bajo la protesta acelerada de un grifo de patio, de mis talones brotan escamas doradas.
Y nadan lejos.
Por la mañana habrá cuentos de pescadores y sol de Diciembre.

8-
Agua nocturna,
Agua inquieta,
Poblada de libélulas rezagadas,
De renacuajos evaporados,
De piedras plegarias.
Agua de pozo lejano


9-
Evocación de agua ausente.
Arden los tobillos y hay en los omoplatos nostalgias de gotas disgregadas.

10-
Agua,
más agua,
menos agua,
mi agua.
Soy el lecho de un río de montaña esperando el deshielo de Primavera.
Suelto piedras,
tuerzo el rumbo,
cobijo la lluvia evaporada,
me hago camino seco,
desespero...
y me desbordo.
(Soy un río de montaña)

11-
Gotas desde el extremo de mis dedos.
No quiero retener el agua, hacerla lago, río, océano.
Quiero un desborde lento por las baldosas tibias.

12-
Caminar descalza por el asfalto mojado,
dejar que el agua tibia se anille entre los dedos,
inundarse los tobillos con agua de ciudad.

13-
Lluvia de verano. Tibia. Desbocada. Efímera.
Lluvia en la terraza de baldosas grises.
Lluvia de salir y mojarse las manos, la cara, el vestido.
Lluvia que trae un breve, brevisimo, instante de siesta.
Lluvia para dos.

14-
Puedo andar largas horas por el agua, hasta que mis pies se vallan entumeciendo, dejar que el vaivén helado rebrote mis tobillos.
Puedo, si quiero, también flotar.
Pero me gusta el agua en los pies.

15-
Peces entre los pies. Diminutos, color de sol en atardecer.
Peces como ninfas microscópicas danzándome entre los tobillos.
Peces de ciudad en una pileta de terraza.

16-
Lo único cierto para mi es que el agua no tiene olor.
Pero si lleva el color de las piedras que la cobijan o el clorofilico tinte del limonero.
Y desprende de su cuerpo el sabor de las mañanas claras y la tenue saciedad de los caminos.

17-
Una sola
ínfima
gota
de agua clara
en el borde
afilado
de una hoja
del limonero.
Mis ojos,
con alma de cuervo,
se pierden
en el líquido brillo
encandilados.

18-
La gota se deja caer desde el techo. No la veo.
La siento deslizarse tibia entre mis dedos hasta desvanecerse.
Es Diciembre.

0 Arribos desde el último alunizaje: