Una astilla en el extremo de los dedos,
una grieta en la sima de la garganta,
una sensación de molares quebrados
y un día frío
deslizándose en tus ojos.
Las calles inclinadas dejan su sombra
lejos de tu cuerpo
y la voz que tare el viento no te sabe,
no nos sabe
inquietos
mudos
sin tiempo.
sábado, 8 de agosto de 2009
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