sábado, 21 de marzo de 2009

Miércoles por avión

"regalo para la Linterna"

Roger levantó la cabeza con una lentitud exasperante y fijó la vista en la pantalla de titilantes letras rojas, a decir verdad toda la operación fue bastante inútil ya que, sin las gafas, sólo alcanzaba a ver una sucesión de líneas y puntos centelleantes que no le decían nada. Consultó la hora en su teléfono móvil pero el gestó fue demasiado mecánico y no llegó a registrar los números en su mente, aunque tampoco le importó. De un parlante hostil emanó una voz lánguida pronunciando palabras apretadas en un idioma que no entendió por lo que decidió acercarse a la zona de arribos.
Detrás suyo, de pie, con un arrugado traje marrón, un hombre sostenía en alto un cartel donde había garabateado a toda prisa un nombre con tinta verde; unos metros más atrás otro hombre, algo robusto y calvo, sostenía otro cartel de letras imposibles. Le pareció que ninguno de los dos parpadeaba y se preguntó si no debería haber llevado su propio cartel, aunque más no fuera para sentir que hacía algo mientras esperaba. A pocos metros, a la derecha, una pareja de jóvenes permanecía en silencio tomados de la mano; junto a ellos un grupo integrado por tres señoras regordetas fijaba su vista en las puertas de arribo. A su alrededor varias personas iban y venían, o simplemente estaban de pie, sin demasiado entusiasmo.
La voz lánguida volvió a la carga con su discurso indescifrable. Con las manos en los bolsillos, Roger, oteo el panorama: los rostros de los recién llegados no le decían nada más allá de las ojeras de los hombres y los peinados alborotados de las mujeres. No eran “los suyos” por lo que giró sobre sus talones y se dirigió hacia la caseta del expendio de golosinas. Frente a una multitud de chocolatinas y paquetes de caramelos su mente se vació de pensamientos; lentamente recobró el aroma de un cuerpo lejano, el deslizar suave de sus manos por la desnudes de su espalda, las noches interminables al borde del abismo.
De pronto sintió un leve roce en el brazo y una tibieza que sujetaba firmemente su mano abierta. Volvió la cabeza en dirección a aquel contacto y entonces la vio: allí estaba, sin maquillaje, como siempre, con el cabello suelto y una maleta siguiéndola.
-¿Buscamos un taxi o caminamos?
Preguntó dejándole un beso sobre su boca cerrada.
-Caminemos.
Atinó a responder Roger y se dejó llevar de la mano. Como siempre.

1 Arribos desde el último alunizaje:

La Linter dijo...

La Linterna lo recibe con amor...
Prontamente te lo devolveremos con voz, y edición a nuestro estilo...